Mientras que los smartphones siguen creciendo, superando este año el 50% de los celulares vendidos en el país, la consecuente demanda adicional por capacidad de las redes repercute en la calidad del servicio. Dentro de los diversos factores que llevan a esta asimetría está la falta de espectro. Tal es así que Argentina se ubica en el último lugar a nivel regional en cuanto a la cantidad de espectro en uso para servicios móviles.
Una forma de comenzar a subsanar este problema es asignar nuevas frecuencias, particularmente aquellas asociadas a la tecnología LTE. Ésta, que por el momento sólo está disponible en los celulares de más alta gama, va camino a convertirse en el nuevo estándar. Se trata de una tecnología que fue concebida desde su desde el inicio para la transmisión de datos, lo cual la hace mucho más eficiente que las 3G disponibles en el país. Implementar redes LTE serviría para ir descomprimiendo la demanda en las redes 3G, ya que el tráfico de datos comenzaría a circular por una “avenida paralela” a la congestionada que tenemos actualmente. Lamentablemente, y ahora sin razón aparente, el Estado aún no inició el proceso de asignación del espectro necesario. De esta forma, también se está atentando contra el desarrollo de tecnologías más modernas y eficientes.
No se trata de un capricho de los amantes de la tecnología, sino de una necesidad real de una infraestructura que será vital en el desarrollo social y económico de un país moderno. Y en esta materia, Argentina está rezagada a nivel regional y mundial, tal como surge del siguiente mapa actualizado a diciembre de este año:
Claramente puede observarse que en Sudamérica, Argentina es el único país, junto con las Guyanas que ni siquiera comenzó a desplegar LTE.
Comenzar el proceso de asignación sería beneficioso no sólo para la industria y usuarios. En el corto plazo el Estado podría hacerse de fondos por una eventual licitación y lograr importantes inversiones que serán necesarias para desplegar la nueva tecnología. Al mismo tiempo, esto sería un caso que el gobierno podría exhibir como muestra de la confianza en el país por parte de las empresas. En otras palabras, está todo dado para ganar, pero elegimos seguir perdiendo. El porqué es un misterio. Como la fe.