Cuba Libre (AKA mentirita)

Esta semana, Netflix anunció la llegada de su servicio a Cuba. El mismo surge como consecuencia del acercamiento del gobierno de los EE.UU. a la isla. Sin embargo, y luego de analizar los datos disponibles, pareciera haber una jugada de largo plazo por parte del gigante de la TV OTT.
A priori, el desembarco de Netflix en Cuba sería más simbólico que real. Hay tres elementos que permiten sostener esta postura. Primero: Con poco más de 5.000 conexiones de banda ancha fija (según la UIT) su penetración es del 1,25% de los hogares (menos aún si se considera que muchas de esas conexiones no están en hogares). Segundo: El salario promedio en Cuba equivale a alrededor de US$ 20 mensuales (según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba). Así, los US$ 7,99 que cuesta el abono mensual a Netflix equivale al 40% de un salario medio. Tercero: Los pagos a Netflix se hacen mediante débito automático sobre una tarjeta de crédito internacional, una rareza para la población cubana. Entonces, parafraseando a aquél viejo comercial de Wendy’s, “where’s the beef?
Está claro que para Netflix no hay un negocio en el corto plazo. Quizás lo que busca es posicionarse en la isla al inicio de esta apertura apostando a que habrá un leap frog tecnológico por el cual no se desarrolle nunca una industria de TV por cable sino directamente una de banda ancha. Y en este escenario, Netflix podría ser un amplio dominador del mercado de la nueva TV. En definitiva, sería no un mercado de cord cutters sino uno de cord nevers.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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