La semana pasada tuvo lugar en Dallas (EEUU) el Analyst Forum 2024 llevado adelante por 5G Americas, organización compuesta por los principales proveedores y fabricantes de servicios de telecomunicaciones. El evento convocó a casi 90 analistas, 16 de ellos enfocados en los mercados de América Latina y el Caribe. Además de convertirse en un ámbito de intercambio de conocimientos y experiencias, sirvió también para tomar el pulso del estado de 5G en una región que tiene extremos, como el desarrollado mercado de los EEUU frente a los de Sud y Centroamérica, que enfrentan desafíos que trascienden lo meramente tecnológico.
Más allá de las diferencias por países, la tecnología 5G presenta aspectos contradictorios. Las cifras de redes y líneas 5G en el mundo y la región muestran una tendencia en ascenso pero lejos de alcanzar una cierta madurez. Con un total de 333 redes 5G operando a nivel global, 17 están en Norteamérica (5%) y 49 Latinoamérica y Caribe (15%). En este último caso, considerando que en la región hay 33 países, el promedio es de 1,5 redes por país. Una muestra clara de que todavía hay bastante terreno por recorrer.
En términos de líneas, se proyecta que el 2024 cerrará con 2.130 M globalmente, de las cuales 371 M estarán en Norteamérica y 108 M en Latinoamérica y Caribe. Esto da un promedio de 6,4 M de líneas por red a nivel global, 22 M en Norteamérica y tan sólo 2,2 M de líneas por red en Latinoamérica y Caribe. Aquí se evidencian entonces las asimetrías macro y socioeconómicas entre los distintos mercados del continente, lo que requiere de diferentes enfoques.
Si bien 4G llegó a su pico a nivel global y ahora comienza a bajar, está claro que existen obstáculos a superar antes de que 5G se convierta en la principal tecnología móvil (o IMT para ser más precisos) de la región que se extiende al sur de los EEUU. Más allá de los contextos macroeconómicos, hay ciertas circunstancias que se repiten en los distintos países que la conforman. Una es el enfoque recaudatorio que tiene el espectro, lo que lo convierte en un activo muy costoso para mercados con un ARPU (ingreso promedio por usuario) que está por debajo de los US$ 10 mensuales. En Argentina este se sitúa en alrededor de US$ 5, complicando aún más el escenario. Es claro entonces que hay que cambiar el enfoque, propiciando más la inversión que la recaudación. Algo que en el caso argentino, ahora que el gobierno quiere poner en juego el espectro en 3,5 GHz atribuido a 5G, debería ser tenido en cuenta.
La actualización de la base instalada de dispositivos es un tema claramente complejo. En la región, el ciclo de renovación pasó de los 28 meses en 2018 a 42 meses en 2023. Aquí influye no sólo que un smartphone 5G no ofrece mejoras significativas respecto de uno 4G a los ojos del usuario. También juega el factor costo. Mientras que en el 2023, el precio promedio de un smartphone fue de US$ 205, en el caso de aquellos con tecnología 5G este valor fue de US$ 420. Con estas cifras, resulta evidente que 5G todavía no aporta para eliminar la brecha digital. Más bien lo contrario.
De todos modos, la penetración de líneas 5G es un dato de valor relativo. Esto se debe a que las mejoras significativas que aporta 5G no se dan tanto en las líneas asociadas a smartphones sino en sus usos industriales, donde la cantidad de líneas deja de ser un dato relevante. Sin embargo, y con ya 5 años de 5G como tecnología comercial, recién ahora se está al inicio de nuevas oportunidades habilitadas por esta tecnología, como es el caso de las redes privadas, NAAS (Network As A Service), servicios de computación en el borde (Edge computing), NTN o redes no terrestres (combinación de redes terrestres con satelitales) entre otras.
Más allá de la tradicional conexión de smartphones, hoy sin dudas que la killer app sigue siendo la FWA (acceso fijo inalámbrico). No obstante, hay que ser realistas y abordar el tema con cautela. En los EEUU, una conexión FWA genera en promedio unos 400 Gb de tráfico por hogar, lo que equivale al tráfico generado por 50 líneas móviles, que consumen en promedio unos 8 Gb por línea. Esto implica no sólo que hace falta contar con más espectro y hacer un uso más eficiente de este, sino también que puede ser una opción en zonas suburbanas de menor densidad poblacional, pero no tanto áreas urbanas. No obstante, puede ser (y ya se lo está ofreciendo así en EEUU donde el FWA crece saludablemente) una alternativa de backup ante la eventual caída de una conexión cableada.
En definitiva, la sensación que quedó después de un par de días donde todo giró alrededor de 5G es que, a pesar de no ser nueva, se trata de una tecnología que aún no alcanzó su madurez comercial y tecnológica. También que hubo mucha hype, promovida principalmente por los proveedores de equipamiento de red, que arrastró a operadores y también reguladores. Lo concreto es que 4G es lo que está disponible y lo que es accesible. Y en este contexto, que se mencione cada vez más 6G suena a fuera de lugar.