
La versión 2.0 de Donald Trump, entendiendo como tal a su segunda presidencia de los EEUU, ha sorprendido a propios y extraños. Básicamente, por dar la espalda a relaciones históricas con otros países, tanto desde el punto de vista político como económico. Decisiones que marcan un antes y un después. Un escenario del cual el sector tecnológico no solo no puede escapar sino que se ve profundamente impactado.
Respetando el orden cronológico, el primer gran giro en la tradición de la política estadounidense fue el hacer crujir su histórica alianza con Europa a través de la NATO, con el agravante de hacerlo cuando hay una guerra en curso en el continente. Aunque su pedido de un mayor aporte de los países europeos a la alianza no es infundado, la forma no fue digna de un histórico aliado. Al hacerlo, la decisión de la administración Trump marca el fin de un orden mundial que viene desde el fin de la 2ª guerra mundial. Resulta evidente que ya el enemigo no es Rusia (como lo fue durante la guerra fría) sino China. Por lo tanto, EEUU mira hoy más hacia el Pacífico que hacia el Atlántico. En este nuevo escenario, donde Europa debe hacerse cargo prácticamente en soledad de su defensa, la dependencia de Starlink ya no es un escenario seguro sino una vulnerabilidad. Percepción apuntalada por algunas actitudes y expresiones vacilantes del propio Elon Musk.
El tema NATO está impactando en las comunicaciones satelitales, particularmente las LEO, una tecnología que en el conflicto europeo dio sobradas muestras de relevancia estratégica. Esta situación lleva a que cualquier país que dependa militarmente de sistemas estadounidenses pretenda contar con alternativas. En el caso Europeo, entre otras medidas, esto lleva a acelerar el desarrollo de redes satelitales propias, lo que le ha dado más relevancia a Eutelsat y su constelación LEO OneWeb, que si bien no tiene la escala de Starlink sí puede cumplir su función enfocándose particularmente en los segmentos de gobierno y empresas. A esto se suma el proyecto IRIS2(Infraestructura de Resiliencia, Interconectividad y Seguridad por Satélite) para el cual planea invertir más de € 10.000 millones (seguramente terminarán siendo más). Se trata de un sistema de comunicaciones satelitales para gobiernos compuesto por una constelación multiorbital de 290 satélites. Lo hará a través del consorcio SpaceRISE, una asociación que desarrollará, desplegará y explotará el nuevo sistema de la Unión Europea.
La reticencia a considerar a los EEUU como un aliado confiable se está extendiendo más allá de Europa, con los mismos efectos en materia de telecomunicaciones. Taiwán optó por una estrategia similar a la europea, al considerar que, políticamente, Starlink (o mejor dicho, Elon Musk) era poco confiable. Esto llevó a que su operador de telecomunicaciones Chunghwa se asociara con Eutelsat para asegurar conectividad en caso de un sabotaje a la fibra óptica que conecta a la isla.
Una tendencia similar se vislumbra también en los servicios de infraestructura en la nube, donde los gobiernos europeos comenzaron a mostrar su preocupación por depender de proveedores basados en países fuera de la Unión Europea (por no decir estadounidenses, que dominan el negocio). También se manifiesta en materia de plataformas de inteligencia artificial. En este caso, la distancia con las empresas de EEUU es aún mayor, por lo que su impacto no será inmediato. Pero la dirección está clara.
Por otra parte, el trato que EEUU le propinó a históricos aliados, tanto militar como económicamente, podría ser el punto final a la política de presión hacia ellos para no incluir equipamiento de Huawei en sus redes. ¿Con qué argumentos puede presionar si se ha traicionado su confianza?
Mucho más complejo y de mayor impacto (“con la guita no se jode” dirían en el barrio) se presenta el reciente sube y baja en materia arancelaria. Es sabido que Trump tiene por estilo tensar al máximo para después negociar. No obstante, aún no es claro cuál será la configuración final que surja de estos días de medidas audaces, para muchos temerarias, cuya eficacia sólo se constatará con el tiempo. Independientemente de lo que resulte, también es cierto que marcó un precedente que no será fácil de olvidar y que promete dejar huellas (o traumas). Es que si bien resultó claro que China es el principal destinatario de la ofensiva arancelaria, en el ínterin prácticamente todo el mundo, quien más, quien menos, cayó en la volteada. Y, peor aún, evidenció que el (des)orden mundial está a tiro de decreto o executive order. Como si hiciera falta, los últimos días dejaron en claro que todo puede cambiar súbitamente, para bien o para mal, lo cual dificulta cualquier análisis y proyección de lo que vaya a suceder.
Como se mencionó inicialmente, está claro que aquí la boss fight (término de los videojuegos) es entre China y los EEUU. Una contienda con muchas repercusiones, incluyendo claramente al sector tecnológico, donde ambos países en pugna dan muestras sobradas de liderazgo. Si efectivamente los EEUU mantienen un alto nivel de arancel para las importaciones desde China (que hasta el momento de escribir esto, alcanzaba el 145%, pero nunca se sabe con Donald), sin dudas que el sector tecnológico estadounidense no saldrá inmune. A nivel interno, por el encarecimiento de la gran mayoría de los productos allí consumidos (fue agotador ver en los medios locales y extranjeros la cantidad de artículos sobre cuánto podrá costar el iPhone en adelante). Pero también incidirán en los costos de distintos servicios (nube, centros de datos, plataformas de streaming, etc.), particularmente en el del hardware necesario (servidores, almacenamiento, equipos de comunicaciones).

Asimismo, la aplicación de elevados aranceles tendría un impacto negativo para los operadores de telecomunicaciones. Es que a pesar de que no utilicen productos de Huawei, el equipamiento de otros proveedores, como Ericsson o Nokia, puede ser fabricado en China. Incluso cuando son fabricados en otros países como India, México o algún europeo, podrían aplicársele aranceles si los EEUU determina que los componentes utilizados tienen un peso importante en la funcionalidad de sus productos. En este caso, si el impacto fuera significativo en los costos, la consecuencia podría ser un impulso inversor más moderado para no afectar la rentabilidad, consecuentemente con un menor ritmo de actualización de las redes. De llegarse a esta situación, generaría un retraso en el desarrollo de nuevas soluciones basadas en la tecnología de comunicaciones. Esto ya se da en la adopción de 5G, no sólo a nivel cuantitativo sino también cualitativo. Algo que resultó evidente en los casos presentados para los premios GLOMO, entregados en el MWC 2025. Gran parte de éstos eran en China y mostraban un grado de avance y sofisticación muy superior al resto de los países en cuanto a la aplicación de tecnologías de telecomunicaciones avanzadas.
Las decisiones tomadas por los EEUU indican que puede perjudicarse más a sí mismo que a terceros, tanto en términos económicos como geopolíticos. Quizás esto es lo que sintió el gobierno de aquel país en estas jornadas delirantes que lo obligaron a recalcular, aunque sus defensores (allí y en otros países) vean en su alteración de la economía mundial en estos días como una forma brillante de negociar. El Liberation Day podría transformarse en el Reality Day.
Si bien es claro que desde hace un tiempo China es el principal antagonista de los EEUU en la lucha por la preponderancia mundial, el escenario es muy distinto al de la guerra fría con la URSS. Aquel era mucho más político que económico. Un contexto muy distinto al de su enfrentamiento con China, que en los últimos 20 años ha progresado aceleradamente en ámbitos industriales, comerciales y tecnológicos.

Además de su relevancia global a nivel comercial, en materia tecnológica China está demostrando ser un rival de peso. Supera claramente a los EEUU en materia de autos eléctricos. También domina en energía solar. Ha dado muestras de una gran resiliencia en TIC a pesar de las crecientes restricciones impuestas en los últimos años por las distintas administraciones de los EEUU. Más recientemente, hasta se dio el lujo de sorprender en IA con la aparición de DeepSeek, que a pesar de las trabas al acceso a microprocesadores y con menos recursos económicos, evidenció estar en condiciones de participar de la conversación.
Es claro entonces que detrás de la histeria de los últimos días está el esfuerzo de los EEUU de no dejarse sobrepasar por China. En materia tecnológica quizás el mayor riesgo sea plasmar la fragmentación (que ya se bosquejaba) del ecosistema en “islas” aisladas provocada por la guerra comercial y geopolítica. En definitiva, se están dando cambios que aunque puedan revertirse, en la actual administración o la que la suceda, probablemente otros sean permanentes. Cuando se rompe la confianza, no se restaura fácilmente. Mucho menos en geopolítica.