Es sabido que el proceso de asignación de frecuencias para el uso de 5G en Argentina viene encontrando múltiples dificultades [ver “5G no despega”]. Como si éstas no fueran suficientes, se suman las tensiones geopolíticas entre China y EEUU, que tienen su correlato en la utilización o no de equipamiento de Huawei para impulsar las redes 5G. Esta situación pone en aprietos tanto al regulador como a los operadores interesados en participar.
Para entender el trasfondo de esta situación, es necesario tener en cuenta que la del 5G es más sensible que las generaciones anteriores (4G, 3G y 2G). Es que, cuando esté madura, la tecnología 5G será parte fundamental de la infraestructura de la economía y la sociedad de manera mucho más relevante que lo que actualmente es 4G. Esto se debe a que, a diferencia de las generaciones previas, 5G sumará la conectividad de objetos, no ya mayormente de personas a través de smartphones como sucede en la actualidad. Por ello, las redes 5G serán fundamentales tanto en la automatización industrial como en la gestión de ciudades inteligentes (o conectadas), controlando actividades tan diversas como el tráfico, la iluminación, la recolección de basura, el control de redes de servicios públicos y otras. En una sociedad tan dependiente de la infraestructura de telecomunicaciones, un apagón o sabotaje de las redes 5G tendría un impacto tan grande como un corte de suministro eléctrico generalizado (recordar el gran apagón de junio de 2019 que afectó mayormente a Argentina, pero también a Paraguay y Uruguay). Esto es quizás más sensible que el potencial espionaje que pudiera producirse de los millones de gigabytes que circulan por las redes (y que no están exentos hoy de producirse sin contar con 5G).
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