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Derrotando la piratería

La piratería en materia de propiedad intelectual y derechos de autor no es algo que surgiera con la digitalización. Sin embargo, ésta no sólo simplificó mucho el proceso, sino que hizo que fuera el mismo usuario final quien accediera directamente a estos contenidos sin necesidad de la intermediación de organizaciones delictivas, como era el caso de los vendedores de DVD de películas en la calle (actividad en franca retirada).
Fueron muchos los factores que influyeron en este proceso. La digitalización permitió, entre otras cosas, copias iguales al original, una distribución directa e instantánea y un alcance global. Este fenómeno se vio favorecido por la masificación de la banda ancha. En tiempos del dial up, eran habituales las descargas ilegales de música (caso Napster), pero no tanto de video ya que, por su “peso”, era un proceso larguísimo y hasta antieconómico. Pero con la banda ancha la cosa se simplificó bastante. Así surgieron múltiples sitios que permitían el acceso directo a contenidos en video, siendo Cuevana el más emblemático en Argentina, aunque no el único.
Fue así como la industria del entretenimiento entendió (finalmente) que era más conveniente ofrecer una mejor experiencia a un precio accesible que insistir con la política de persecución que resultó ser totalmente ineficaz. Así surgieron los Netflix y los Spotify, que si bien no son los únicos son los más representativos en sus respectivas categorías. Y los cambios comienzan a ser evidentes. En el caso de los audiovisuales, el consumo de contenidos piratas bajó 16 puntos en sólo un año, según surge del informe “Internet y consumo audiovisual -2017”, realizado por Carrier y Asociados.

Por contenidos piratas se considera a quienes mencionan acceder a sitios de streaming gratuitos así también como a las descargas, en ambos casos ilegales.
Un dato destacable es que no se observan diferencias por las distintas variables de segmentación como edad, nivel socioeconómico, sexo o lugar de residencia. La tendencia es transversal.
Esta variación es un claro indicador de que aquellos que pensaban que mientras hubiera una alternativa gratuita la piratería sería inevitable estaban equivocados. Resultó no ser tan así, demostrando que, si hay una oferta con contenidos en abundancia, de calidad técnica, facilidad de acceso, multiplataforma y a un precio justo, el grueso de los usuarios está dispuestos a pagar. Obviamente, no todos los servicios legales de streaming cumplen con estos requisitos, pero el éxito de Netflix (y de Spotify en el caso de la música) demuestran que es posible.
Por supuesto, esta situación todavía tiene problemas por solucionar, como es el tema impositivo o de cantidad de contenidos locales. Pero es un tema que, lentamente, los distintos países van resolviendo. Hay que adaptarse a la digitalización globalizada más que combatirla.

Retorno lineal

El acceso al contenido audiovisual por Internet introdujo dos grandes modificaciones frente a las formas tradicionales de consumirlo. Por un lado, trajo esa sensación de infinitud de contenidos, de que “todo está en Internet”. Por el otro, quizás no tan notable inicialmente, la instauración del consumo bajo demanda como forma de que los contenidos se adapten al consumidor y no al revés.
Para ser justos, el consumo bajo demanda de contenidos audiovisuales arrancó hace décadas, con la llegada del VHS, a la cual el DVD le agregó mayor calidad de imagen y sonido. Claro que ambas tecnologías requerían de una mínima planificación, acceder al cassette o disco previamente. Algo que se mantuvo inclusive en tiempos en que las descargas desde Internet eran furor, aunque también su consumo requería cierta previsión. Pero luego las opciones de streaming (desde YouTube hasta Cuevana) y más recientemente los OTT (con Netflix como estandarte) impusieron la modalidad de consumo bajo demanda sin mucha planificación previa. Uno se sienta frente al televisor, computadora, tablet o smartphone y el entretenimiento arranca a voluntad.
Este escenario hizo creer que los contenidos lineales estaban condenados a los deportes y la actualidad, territorio casi exclusivo de la TV tradicional, tanto gratuita como paga. No obstante, en los últimos días diversas noticias dan cuenta de que quizás esto no resulte ser tan así.
Por un lado, BitTorrent, la empresa detrás de la del protocolo para compartir archivos en formato P2P, planea el lanzamiento de BitTorrent Live, un servicio de streaming de TV en vivo en opciones tanto gratuita como paga. Según la empresa, tendrá mejor performance que los servicios existentes que transmiten canales en vivo por Internet ya que éstos utilizan el protocolo HTTP que no se caracteriza por su baja latencia. Otro que está incursionando en las transmisiones en vivo es Netflix, que arrancó con Chelsea, un programa de entrevistas que se transmitirá tres veces por semana simultáneamente a los más de 190 países donde esta plataforma llega, incluyendo a Argentina.
La posibilidad de transmitir contenido audiovisual en vivo no ya por redes de TV (cableadas o inalámbricas) sino a través de Internet abre un escenario interesante para el surgimiento de propuestas OTT (donde no se asegura la calidad de servicio ya que no se controla la red) que en el caso de la regulación argentina no están prohibidas expresamente. Es, a fin de cuentas, un contenido más que se transmite por Internet. Y así como hoy algunos canales de TV transmiten su programación en vivo por YouTube o por sus propios sitios web, los contenidos de la TV abierta (incluyendo a la TDA que además está en HD) también podrían ser retransmitidos, en lo que sería más bien un servicio de valor agregado sobre Internet. Este tipo de servicio estaría fuera del ámbito de la resolución 1394/2016, correspondiente al “Reglamento general de los servicios de radiodifusión por suscripción mediante vínculo físico y/o radioeléctrico” que, como su nombre indica, no alcanza a los servicios OTT. Se viene un debate apasionante…

Streaming, la nueva TV

La explosión del video a través de Internet, consecuencia de la difusión de la banda ancha, está teniendo un impacto profundo en la forma en que se consumen los contenidos audiovisuales. Dos elementos básicos, el acceso bajo demanda y la disponibilidad casi infinita de contenidos, marcan la agenda para las opciones tradicionales de oferta audiovisual.
En un principio, el consumo de contenido de TV (shows, series y películas) a través de Internet fue reducto de las opciones ilegales, que tuvieron en sitios como Cuevana su punto cúlmine en cuanto a calidad de oferta. Pero fue esta popularidad la que dejó entrever que había espacio para ofertas legales si la propuesta era la correcta. Así surgieron alternativas de streaming que no violan derechos de propiedad intelectual y que tienen en YouTube y Netflix a sus máximos, aunque no únicos, exponentes. Esto surge del informe “Internet y consumo audiovisual – 2015”, realizado por Carrier y Asociados.
Las opciones legales presentan dos grandes líneas de contenidos: aquellos producidos para el mundo offline y que encuentran un repositorio online y aquellos que son generados para su distribución online. En el primer caso se encuentran los sitios de canales de TV, quienes aportan la posibilidad del consumo bajo demanda vía Internet que la TV tradicional no provee. En el otro extremo están los sitios que tienen contenido pensado para y por Internet, muy populares entre los segmentos más jóvenes. En el medio está YouTube, que ofrece contenidos de ambos tipos, lo que le da un rol estelar en este escenario.
YouTube atrae en mayor medida a adolescentes y pre adolescentes, principales consumidores de contenido audiovisual que no existe en la TV. Entre éstos el fenómeno de los Youtubers es muy fuerte, siendo el humor el tema más convocante y popular. Éstos generan un fenómeno de cercanía entre grupos de usuarios con intereses similares, aunque sin llegar a conformar una red social. También son populares los canales de videojuegos, donde se encuentran reseñas (reviews), tutoriales (walkthrough), gameplays (demostraciones de cómo se juega y que se consumen previa la compra de un juego) y también competencias. Con todos los videos en un solo sitio y los canales para organizarlos, YouTube es, sin dudas, la TV de las generaciones más jóvenes.
Por su sencillez de uso y características de sus contenidos, Netflix llega a aquellos que no hacen habitualmente streaming o descargas debido a su complejidad. Por su parte, quienes sí hacen streaming o descargas y usan Netflix, las hacen para complementar los contenidos no disponibles en la plataforma OTT. Por el lado del catálogo, tiene ventajas y desventajas. A favor, es percibido como que ofrece más contenidos que la TV paga. En esto influye también que al ser bajo demanda todos los contenidos están disponibles al mismo tiempo. También es positiva la oferta de contenidos propios y exclusivos. No obstante, es percibida negativamente la ausencia de ciertos contenidos de terceros (ej. HBO), el retraso en las temporadas y la escasez de contenido local.
Con el surgimiento y crecimiento de estos nuevos actores, la industria atraviesa un período de transición hacia un nuevo modelo con profundas implicancias. Quienes generan contenidos (productoras de todo tipo) y quienes los distribuyen (canales de TV, operadores de TV paga y plataformas de OTT) se encuentran ante un escenario inédito que exigirá de mucha creatividad y flexibilidad para adaptarse sin morir en el intento. Se trata de un negocio que cambió radicalmente en su forma de distribución y monetización. Lo que no cambió tanto, por ahora, es el contenido. Pero sin dudas se verá afectado también.

La pochoclera asesina

Bien podría ser el nombre de alguna película de terror clase B. Pero lamentablemente para la industria cinematográfica, no se trata de esto sino de la aparición de Popcorn Time, una aplicación para PC (por el momento) que permite consumir video al estilo Netflix pero desde torrents, ese oscuro mecanismo (para el gran público) que permite acceder a todo tipo de contenidos (incluyendo películas y series) desde una fuente totalmente distribuida y por lo tanto, más difícil de combatir.
Técnicamente, se trata de un cliente de bitorrent, aunque la diferencia sustancial respecto de lo conocido es que su interfaz es tan fácil de usar que abre las puertas de los torrents a prácticamente cualquiera que tenga una PC sin importar sus conocimientos técnicos. Además, a diferencia del uso de otros clientes de torrents, no tiene publicidad ni hace falta que sea un proceso planeado para una posterior reproducción. Es tan simple como apuntar y clickear et voilà. De hecho tiene una interfaz muy similar a la de Netflix. Es por esto que en EE.UU. se lo bautizó “el Netflix de los piratas”.

Desde el punto de vista legal, la situación es distinta a la de otros servicios de streaming, como fue el caso de Cuevana. Aquí no hay un sitio ordenando, catalogando y vinculando el material que pueda cerrarse. Se trata de una simple aplicación que se conecta a Internet y realiza la búsqueda de torrents.
Ante los temores de acciones legales, sus desarrolladores (argentinos) se retiraron rápidamente, cerrando el servicio. Lo cual es relativo, porque la aplicación no sólo ya está lanzada y descargable desde numerosos sitios alternativos, sino que la misma fue realizada en código abierto, el cual está disponible para que la comunidad de programadores tenga acceso a él, lo mejore o modifique. Entonces, ya no habrá quizás Popcorn Time, pero la semilla está plantada y es muy probable que crezca y se reproduzca rápidamente. Popcorn Time se convirtió en un proyecto de comunidad. La caja de Pandora está abierta.
Algunos pensarán que así como la industria de la música sobrevivió y se adaptó a las nuevas tecnologías luego de la lección que le propinara Napster, lo mismo sucederá ahora. Pero para el video la situación es distinta. Los músicos se reconvirtieron, resignando ingresos por regalías que compensaron (en distinta medida) con más shows en vivo y merchandising. Pero en el caso de las películas, no parece haber por el momento una forma de compensar los ingresos a perder por entradas y derechos que pagan los distintos servicios, desde Netflix hasta un operador de TV abierta.
Por otra parte, el éxito de Netflix demuestra que no todo el mundo tiene ganas de ser pirata si la propuesta es interesante. Los US$ 8 mensuales que cuesta el servicio no son un impedimento para acceder legalmente una extensa biblioteca de contenidos en video. Sin embargo, la crítica que se le hace a Netflix, y que no es responsabilidad del servicio, es la falta de estrenos en la misma. Sucede que los productores todavía se aferran al modelo de ventanas de explotación (primero el cine, luego los servicios Premium de TV paga, luego el DVD, etc…). En un mundo tan hiperconectado como el actual, donde la información fluye instantáneamente, tener que esperar meses o años para poder consumir legalmente un producto audiovisual no es para todo el mundo, particularmente por los consumidores ávidos de las novedades.
Si bien Popcorn Time tuvo una vida efímera, son altas las probabilidades de que su legado subsista. Anularlo para que desaparezca (o se reconvierta) por su inutilidad más que por presión legal será el verdadero desafío que tendrá la industria.

Convivencia pacífica (por ahora)

Decir que en Argentina la penetración de TV paga (por cable o satélite) es altísima, no es ninguna novedad. Por eso no sorprende que el 88% de los usuarios de Internet cuenten con este servicio en sus hogares. De éstos, aproximadamente 1/3 contratan algún servicio adicional al básico (digital, HD, On demand), relación que crece en la medida en que lo hace el nivel socioeconómico (NSE). Pero está claro que Internet es cada vez más una variante a la hora de acceder a determinados contenidos (como películas y series) y la gran pregunta es si sustituye o complementa.
El streaming (ver el contenido mientras se va descargando, caso Cuevana) es la forma más popular de consumir video a través de Internet. Se trata de una alternativa atractiva porque es gratuita (aunque su legalidad sea cuestionada), si bien su calidad presenta irregularidades. No obstante, es una práctica realizada por el 30% de los usuarios, valor que se mantiene en niveles similares a los de un año atrás. Pero de éstos, 1 de cada 3 lo hace en forma cotidiana. Así, el streaming se está convirtiendo para muchos en un equivalente a ver TV. Los segmentos más activos son los niveles socioeconómicos bajos así como la generación de nativos. Esto surge del informe “Usuario online – 2013” recientemente publicado por Carrier y Asociados.
Por otra parte, alternativas tipo OTT, como Netflix, Arnet Play u On Video, están ganando terreno. Se basan en modelos pagos, y si bien el contenido es transportado por Internet, no suelen presentar mayores problemas de calidad en la medida en que se utilicen sobre una conexión que cumpla con los requerimientos básicos. Un 9% de los usuarios consume video bajo este formato, lo que equivale a unos 500 mil hogares. Sin dudas, Netflix es el servicio más popular, siendo utilizado por 2/3 de los que consumen servicios de video sobre Internet. Por ahora, no impacta en la contratación de TV paga, ya que la penetración de estos servicios es similar entre aquellos que cuentan con el servicio y aquellos que no.

Conviene aclarar que en el caso de Netflix, no necesariamente todos sus usuarios son abonados. Más allá del mes gratuito de prueba que ofrece el servicio, no son pocos los casos de usuarios compartidos. Esto sucede porque una misma cuenta puede acceder al servicio desde distintos dispositivos. Independientemente de esto, y considerando cómo están mutando los hábitos, especialmente en las generaciones más jóvenes que hoy ingresan en la vida adulta y toman sus propias decisiones de consumo, el escenario de la TV paga se presenta cambiante, con una clara tendencia a disociar contenidos de red de transporte. Algo que nuestra ley de medios trató como un todo. Su punto más criticable desde una perspectiva tecnológica.

Linkeando

  • Cuestión de peso: Mucho se habló en estos días respecto de la posibilidad de que Dell deje de cotizar en bolsa. No tener que rendir cuentas trimestralmente a los inversores puede ser bueno para plantear e implementar una estrategia de mayor plazo, aunque no resuelve per se los problemas. También hay un aspecto impositivo interesante. [Slate]
  • África mía: Siendo que el crecimiento fuerte en smartphones se da no ya en los mercados desarrollados sino en los emergentes, la asociación de Microsoft con Huawei para producir equipos para África puede ser una movida importante. Lo único flojo es que el modelo, de US$ 150, se llame “4Africa”. Suena un poco condescendiente. [New York Times]
  • Gambeta: A pesar de todo el ruido generado alrededor de Cuevana, el sitio no la está pasando tan mal en su periplo judicial, luego del rechazo de la Cámara Federal de la ciudad de Buenos Aires al pedido de bloqueo de su url. Pareciera que hay una combinación de atraso tecnológico en la justicia con denuncias que no están del todo bien hechas. [Red User]

La TV se mudó a Internet

Definitivamente, Internet se convirtió en una nueva forma de acceder a contenidos de TV (películas, series y otros), independientemente de la legalidad de esta práctica, con 1 de cada 3 usuarios accediendo vía streaming a sitios como Cuevana, Seriesyonkis y tantos otros. Esta proporción crece notablemente a 1 de cada 2 en el caso de los nativos, evidenciando que la instalación de este hábito ha venido para quedarse. Estos datos surgen del informe “Usuario online argentino 2012”, recientemente finalizado por Carrier y Asociados.
Un dato a tener en cuenta, sobre todo para la industria del cine y la TV, es que en cuanto a los motivos para consumir video a través de esta modalidad, surge claramente que no es la gratuidad el principal impulsor. Más relevantes son otras variables como consumir bajo demanda y acceder a contenidos no disponibles localmente sea en el cine o en la TV.
Por el lado de los contenidos consumidos bajo el formato de streaming, dominan claramente las películas (82%) por sobre las series (51%). No obstante, se registran diferencias en cuanto al tipo de contenido consumido en función del nivel socioeconómico.

Resulta claro que Internet modifica la experiencia de consumo, dando más control al usuario respecto de qué ver, cuándo y cómo. Y estas tendencias se dan con más fuerza en los segmentos nativos, marcando una diferencia generacional en el consumo de contenidos que no debe ser soslayada. Los cambios que se están produciendo en el consumo de video ya son más que un llamado de atención para la industria (estudios, productoras, canales, proveedores de TV paga, etc.). Se trata más bien de una realidad palpable que reclama un aggiornamiento de la propuesta. La demanda evolucionó, la oferta, no tanto. Y cuanto más amplia sea esta brecha, más complicado será el panorama para la segunda.

En busca del modelo

Las últimas semanas fueron turbulentas para el video online ilegal. Con el arresto del CEO de Megaupload, a nivel internacional, y el inicio de una causa penal al fundador de Cuevana, a nivel local, el hábito de hacer streaming de video por Internet se vio notablemente afectado. No obstante, nadie cree que esta estrategia sea la indicada para terminar con una práctica que está cada vez más arraigada.
No se trata de caer en el discurso neo hippie de que los contenidos deben ser libres y gratuitos. Cualquier actividad que no esté remunerada dejará de ser viable. Y así como ninguno de nosotros quiere trabajar gratis (salvo que sea ad honorem por una causa altruista o por un interés en un desarrollo posterior), si no hay algún tipo de retribución económica, los productores, directores, técnicos y actores se dedicarán a otra cosa.
Tampoco se puede emparejar la situación del negocio del video (películas y series principalmente) con el de la música. Existe una diferencia sustancial entre la música y el video. Quienes hacen música (cantantes, músicos, técnicos) pueden regalar sus grabaciones como una herramienta promocional para luego hacer dinero con las interpretaciones en vivo, como es el caso de Roger Waters y sus 9 conciertos en River o artistas menos populares en ámbitos más reducidos. Sin embargo, hasta ahora no se ha encontrado la forma de que quienes hacen una película puedan recuperar lo invertido si no es a través de una entrada de cine, una venta o alquiler de un DVD o, más recientemente, la venta de un abono o un pago del estilo PPV (pay per view) o VOD (video on demand).
No obstante, la tecnología ha cambiado y con ésta también lo han hecho los hábitos de las personas. Ya nadie quiere esperar meses para poder ver en su casa una película recién estrenada. Ni tampoco nos conformamos con ver en la TV estrenos de un serie que ya tienen 6 meses. Tampoco nos resignamos a dejar de ver una película francesa simplemente porque localmente no hay quien la distribuya. Y claramente, queremos ver algo en video en el momento en que más nos place y conviene, no en el día y horario elegido por el programador en base a múltiples compromisos. Por esto mismo, pensar que la gente mira películas por Internet simplemente porque es gratis, es equivocar el diagnóstico. Por algo existe un fenomenal negocio de DVD piratas así como alternativas legales por las cuales se está dispuesto a pagar. La cosa no pasa tanto por el precio sino por la forma de consumir. Y aquí, la demanda avanzó mucho más rápido que la oferta. El riesgo para la oferta (la industria) es que le saquen tanta ventaja que no pueda alcanzarla. Y si eso llegara a ocurrir, perderemos todos.

Lo que se va y lo que viene

Termina un año donde se acentuaron notablemente cambios que ya se vislumbraban, en algunos casos demostrando una capacidad de aceleración notable.
Sin ningún lugar a dudas, uno de éstos fue la internetización de la TV. La transmisión de contenidos de TV a través de Internet arrancó en el 2011 y prendió como una epidemia. Primero fue la aparición, casi tímida, de On Video, el servicio de Telefónica. Luego fue el desembarco de Netflix, con más expectativa que realidad, pero que no obstante hizo mucho ruido. Más tarde, Telecom y Claro completaron la oferta por el lado de los grandes operadores de telecomunicaciones. En paralelo iba creciendo notablemente Cuevana, una oferta cuestionada desde el punto de vista legal pero de gran aceptación desde una perspectiva práctica que amenaza con seguir dando que hablar en el 2012. También en 2011 se lanzaron diversos modelos de televisores (denominados SmarTV) que incorporan la capacidad para acceder a contenidos vía Internet. Como para que no haya dudas de cuál será la tendencia en esta materia.
Este escenario se da mientras la industria del cable lucha para adaptarse a esta realidad tanto desde el punto de vista comercial como regulatorio. Más allá de que hicieron planteos en contra de esta modalidad de distribución de contenidos, no hubo ningún tipo de respuesta por parte de las autoridades competentes. Y el que calla, otorga. Así los principales operadores, como Cablevisión, Supercanal, Telecentro y DirecTV, entre otros, atraviesan en un proceso de reconversión que, más lento o más rápido, sin dudas será inevitable: ampliarse de ser de proveedores de contenidos sobre una red propia y cerrada a tener un rol, cada vez más relevante, como redes de distribución y transporte de contenidos de terceros sobre los cuales no tendrán control alguno. Un cambio profundo que impacta en las raíces del negocio.
No por nada fue Cablevisión quien lanzó la primera oferta de megavelocidad de acceso a Internet para el hogar con su producto de 30 Mb. Esto tiene que ver no tanto con la mayor necesidad de ancho de banda que requiere la transmisión de video por Internet sino más bien con la proliferación de dispositivos que se acceden simultáneamente a una misma conexión: computadoras personales, consolas de videojuegos, SmarTV, radios, smartphones, tabletas, cámaras fotográficas, en un listado de dispositivos conectables que no para de crecer. Y todos juntos al mismo tiempo requieren de mayores conexiones. Así, en el 2012 veremos como también las telefónicas se ponen a tiro lanzando productos, que basados en tecnología DSL, ofrecerán mayores capacidades que las actuales. No obstante, la llegada de la fibra óptica al hogar no tendrá lugar en lo inmediato.
Por el lado de los dispositivos, el 2012 será seguramente el año en que las tabletas muestren para que están: si son un dispositivo adicional para quien no sólo ya está informatizado sino que también tiene un smartphone (como ocurre mayormente en la actualidad), o si efectivamente puede ser el único o al menos el principal dispositivo de acceso para un público más seducido por consumir contenidos que producirlos y que hace un uso más ligero de servicios como la mensajería o la socialización. Dos escenarios con un potencial de mercado claramente distinto.
Pero el 2012 no será un año fácil. Desde el punto de vista macroeconómico, los cambios ya se vislumbran: un contexto internacional complicado que ya repercute localmente aunque sin quedar del todo claro hasta dónde llegará el impacto. Algunas cosas ya pueden adivinarse fácilmente, como un mayor gasto de la población en servicios públicos, lo que puede restar de fondos a otros consumos. Otra puede ser una suba de las tasas de interés, que atentaría contra el acceso a la financiación que abundó en los últimos años y que tan útil fue para el consumo tecnológico. Por otra parte, Argentina se ha convertido en un país muy caro medido en dólares, lo que a su vez ayudó a abaratar la tecnología en relación a otros precios de la economía. Habrá que ver si el año próximo no se produce un reacomodamiento en el valor de nuestra moneda, lo podría lograr que la tecnología se encarezca.
En un contexto menos favorable, será interesante observar el accionar del Estado, quien se mostró muy activo en el 2011. A los ya mencionados programas de informatización de la educación se sumaron incursiones tanto en la infraestructura (con la construcción del backbone de fibra óptica) como en una oferta alternativa de contenidos televisivos vía TDT. Con recursos más escasos, habrá que ver cuál será el impacto en la velocidad de ejecución de estas iniciativas.
Será este contexto el que marque la evolución del consumo tanto de servicios (celular, Internet, TV paga) como de productos (smartphones/sociales, computadoras y otros dispositivos). Así, cualquier proyección tiene un margen de error no desdeñable. En definitiva, no hay que ser catastrófico, pero sí tener presente que el año que está por comenzar puede ser más exigente con nuestros bolsillos y, consecuentemente, con nuestra creatividad. Pero tampoco hay que desesperar. Hemos pasado por cosas mucho peores (y aquí estamos para contarlo).

Saliendo de la Cueva

El crecimiento de la popularidad de Cuevana, el sitio que pone a disposición de sus usuarios contenidos en video a través de Internet (principalmente películas y videos), hizo que la industria de los contenidos haya posado sus ojos sobre él. Es que con cifras que hablan de unos 12 millones de usuarios únicos mensuales, este emprendimiento está dejando de ser una travesura de un joven inquieto para convertirse en el enemigo declarado de productores y proveedores de contenido en video.
Está claro que el contenido al que se puede acceder desde Cuevana no cuenta con el aval de quienes detentan sus derechos, no obstante lo cual parece ser discutible que sea legal. La discusión se base en que lo que Cuevana hace es vincular a distintos servidores de terceros en Internet (caso Megaupload) donde estos contenidos están alojados y que permiten las descargas de sus respectivos archivos. Cuevana hace dos cosas, y las hace muy bien: organiza estos contenidos y permite visualizarlos como un stream en lugar de exigir su descarga. Para ello se basa en un plug-in o software que se agrega al navegador. De esta forma, existe la discusión a nivel legal de si lo que hacen está dentro o fuera de la ley. Y aquí evidentemente hay opiniones encontradas.
Pero más allá de si se trata de una actividad legalmente permitida o no, hay ciertas cosas que son claras. Por un lado, el fundador y propietario de Cuevana sabe perfectamente que la mayoría de los contenidos que se consumen a través de su sitio no están ahí por la voluntad de sus propietarios. Y esto hará que más tarde o más temprano deba hacer algo al respecto. Por otra parte, el mayor perfil público de éste en los últimos tiempos, ofreciendo entrevistas en distintos medios, permite pensar que su estrategia pasa por una “legalización” de su popular oferta. Quizás buscando repetir la historia de Sean Parker  con Napster, quién pasó por una situación similar y que terminó millonario e invirtiendo en diversos proyectos de Internet.
Independientemente del grado de legalidad de Cuevana y cómo ésta evolucione en el futuro, el éxito del sitio debería servir para que los productores y distribuidores de este tipo de contenidos tomen nota. No se trata únicamente de acceder gratuitamente a los contenidos. A fin de cuentas, si un hogar paga un promedio de $135 mensuales por servicios de TV paga, entre este valor y $ 0 hay mucho margen como para lograr un pricing adecuado. Pero más allá de esto, habría que revisar también la política de ventanas utilizada para ir liberando sus contenidos en función del medio (cines, DVD, PPV, VoD, TV paga y TV abierta). El no respeto de estas ventanas es uno de los grandes atractivos de Cuevana, ya que los contenidos están disponibles prácticamente al momento de su primer lanzamiento. No obstante, se trata del punto más difícil para resolver, ya que los productores y distribuidores de contenidos deben hacer equilibrio entre la configuración actual de los canales (que es la que hoy paga las cuentas) y un modelo que se adapte a los cambios tecnológicos y de hábitos. De no ser así, los Cuevanas o como se llamen en el futuro, no desaparecerán, sino que se multiplicarán.

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