Asentando el polvo

A una semana del anuncio de la alianza Nokia-Microsoft y con el MWC 2011 de por medio, se impone una mirada más fría y con más elementos de esta unión cuyo destino conjunto estará íntimamente ligado a la suerte de cada una de las partes por separado.

La prensa y blogósfera especializada se centraron mayormente en los Nokia como dispositivos, discutiendo si la opción de Windows Phone (WP) era la indicada frente a la alternativa de Android o la continuidad de Symbian. Sobre esto se puede agregar un par de observaciones. La primera, es que no será Windows Phone 7 sino una nueva versión que tendría funcionalidades específicas de Nokia. Una forma de que la empresa finlandesa se diferencie del resto de la oferta basada en WP. Por otra parte, la agresividad de algunos comentarios de ejecutivos de Google respecto del acuerdo evidencia que más allá de su buen desempeño en el mercado móvil con Android, hay cierto despecho por la decisión tomada por Nokia. A fin de cuentas, sigue siendo el principal fabricante de celulares. Y éste optó por su competidor.

Pero lo relevante es que en Nokia hay un problema microeconómico de fondo, que es lo que llevó a su CEO a tomar tan cruda medida. Su falta de reacción frente al explosivo desarrollo de los smartphones combinada con el embate de nuevos actores asiáticos en las categorías de celulares tradicionales estaban llevando a la empresa por mal camino. No sólo el de la erosión en la participación de mercado sino también el que conduce hacia el infierno de las pérdidas económicas. En consecuencia, lo que está en juego es la supervivencia de quien hasta hace poco tiempo atrás, era el amo y señor indiscutido de los fabricantes de celulares. La metáfora de la plataforma petrolera en llamas utilizada por el CEO de Nokia en su famoso memo interno resultó más que gráfica.

De esta forma, la alianza con Microsoft no sólo debe ser vista como una respuesta tecnológica a un sistema operativo “viejito”, sino a la incapacidad de la empresa a dar una respuesta en tiempo a este problema. Ante este panorama, el CEO de Nokia optó por cortar por lo sano, matando dos pájaros de un tiro. Por un lado se aseguró la provisión de un sistema operativo moderno, respaldado por un gigante del software que le dará más fuerza al ecosistema. Por el otro, se deshace de una pesada parte de su estructura que no supo darle a la organización lo que esta necesitaba. Los números no entienden de historia, de amores o de nacionalismos.

Tomada esta dura decisión, los desafíos para Nokia recién comienzan. Debe demostrar que puede reaccionar rápida y eficazmente a los cambios en el mercado. El cambio hacia Windows por sí solo no soluciona sus problemas. En el mejor de los casos habrán sido mitigados. La transformación acaba de arrancar.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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