Los OTT se han convertido claramente en las estrellas del mercado audiovisual, tanto local como internacional. Netflix marcó el camino, estableciendo una referencia en cuanto a precio, características y el valor de los contenidos exclusivos (en los últimos tiempos mayormente los propios). Pero lo que parecía ser el modelo perfecto empieza a demostrar que la perfección está siempre más cerca de la utopía que de la realidad.
Los negocios son como los gases, naturalmente ocupan todo el espacio disponible. Esto fue lo que pasó con el éxito de Netflix y, lógicamente, comenzaron a surgir alternativas competidoras. Desde Amazon Prime Video y ahora Disney+ en un modelo similar al de Netflix. Quienes ingresaron como parte de un proceso de migración, como los HBO, Fox y más, que crecieron al abrigo de la TV paga y hoy en mayor o menor medida buscan llegar directo al consumidor/público. También surgieron muchos nombres apuntando a mercados más segmentados, como Qubit, Mubi, Cine.ar y tantas otras a nivel local. Y a todo esto, hay que sumarle los productos de TVE como Flow, DirecTV Go, Movistar Play, Claro Video y otros.
No obstante, más allá de la abundancia, tanta oferta fragmentada comienza a ser un dolor de cabeza para el público consumidor. No sólo por lo más evidente que es que no puede suscribirse a cuanta oferta se le cruce. También se presenta como un problema a abordar que los contenidos comiencen a atomizarse entre múltiples plataformas. Hoy es necesario contar con una suerte de “TV Guía” que ayude a encontrar en qué plataforma se encuentra determinado contenido. Y rezar porque sea una plataforma a la cual se tiene acceso.
Esta es una de las ventajas de las propuestas de TVE que ya no son sólo la versión online de la grilla de TV paga con el agregado del consumo bajo demanda. También se están transformando en agregadores de plataformas. No sólo las clásicas de la TV paga, como HBO o Fox, sino también de las OTT puras como Netflix, Amazon o Disney+. Así se soluciona parcialmente el tema del descubrimiento y acceso a contenidos, aunque no evita la suba del gasto en éstos (salvo durante el período incluido en promociones).
En alguna medida pareciera que se está llegando al viejo sueño de “pagar por lo que consumo”, que tantas veces se esgrimió hacia la TV paga, cuando de los 70 o 300 canales sólo se consumen regularmente una decena. Pero la diferencia ahora es que los contenidos están agrupados por plataformas (Netflix, Amazon, etc.), no por tipo (deportes, películas y series, noticias, documentales, etc.). Entonces como espectador no queda otra alternativa que suscribirse a varias (si la economía personal/familiar acompaña).
Por otra parte, y esto es más complejo, con el paso del tiempo la oferta de contenidos, en términos cuantitativos y, sobre todo, cualitativos, comienza a ser un problema. Es que hoy, de la mano de las maratones de series o las panzadas de películas, los contenidos se consumen más rápido de lo que se producen. Esto no es aún un problema para Disney+, que recién comienza con lo cual cuenta con un importante stock y además dispone de marcas muy potentes (Disney, Pixar, Marvel, Star Wars, etc.) que le aseguran un piso de éxito. Pero sí comienza a serlo para Netflix, que no puede generar contenidos de calidad propios al ritmo al que la demanda los consume.
En definitiva, el de los OTT es un negocio en plena expansión que comienza a evidenciar problemas de crecimiento. Y si bien un proceso de consolidación aparece como inevitable, el aumento de los costos por la generación de contenidos implicaría que con el paso de la TV paga a los OTT no se terminará gastando menos, como algunos creyeron cuando todo esto comenzó. Quizás sea más.