Independientemente del impacto en su país de origen, con la reciente aprobación en los EE.UU. de la compra de DirecTV, AT&T pasó a ser un jugador de peso y potencial en Latinoamérica. Los más de 25 millones de abonados de DirecTV (que surgen de la operación DirecTV Panamericana, Sky Brasil y Sky México) se convierten no sólo en una importante fuente de flujo de caja, sino también en una envidiable plataforma sobre la cual transformarse en un operador multiservicio.
A pesar de esto, AT&T arranca desde atrás. Hasta ahora DirecTV era el único proveedor de TV satelital en Latinoamérica sin vinculación a una telco. Los otros dos son Telefónica y Claro. Pero sabiendo que su futuro sin una red bidireccional de banda ancha estaba comprometido, desde hace un tiempo DirecTV comenzó a dar servicios fijos y terrestres en forma inalámbrica, utilizando tecnología LTE aunque en su versión fija. En Argentina arrancó en Mendoza con tecnología WiMax, la cual está siendo migrada a LTE y extendiéndola a otros puntos del país, bajo el nombre de DirecTV Net.
Los primeros pasos agresivos de AT&T en su expansión latinoamericana fueron en México, donde compró las operaciones de Nextel (que allí sí tenía frecuencias para servicios celulares) y de Iusacell y es socio ahora de Televisa en Sky México. En Brasil seguramente comenzará la danza de rumores en materia de adquisiciones. TIM es un candidato recurrente a venderse (al menos en los trascendidos), aunque también podría ser la operación de Nextel (que allí ofrece servicios celulares). Colombia será seguramente un mercado de interés, con la operación de DirecTV avanzando rápidamente en el despliegue de su red inalámbrica fija. Una situación similar a la de Venezuela, aunque aquí los asuntos político-económicos posterguen inversiones agresivas. En Argentina el despliegue de la red inalámbrica fija podría acelerarse, aunque seguramente esperen a ver el rumbo que el próximo gobierno le imprima a su gestión en cuestión de meses.
Más allá de la estrategia y el ritmo de su implementación, lo que sí es posible prever es que la acogida regulatoria en Latinoamérica será radicalmente distinta a la recibida en EE.UU. Allí, luego de la fusión AT&T se convirtió en el principal operador de TV paga, por lo que el regulador FCC impuso condiciones tales como llegar con fibra óptica a 12 millones de hogares, someter sus acuerdos de interconexión al regulador, ofrecer servicios subsidiados de banda ancha a sectores de bajos recursos, entre otros. En Latinoamérica en cambio, su posición es distinta, bien de challenger, por lo que es de esperar que los reguladores reciban a la nueva AT&T con los brazos abiertos. Esto sería así ya que se trata de un jugador de peso a nivel internacional que podría terciar entre las posiciones dominantes de Telefónica y de Claro en la región, así como de actores de relevancia local, como es el caso de Telecom en Argentina. Claro que a cambio de ese amor deberá poner dólares. Y muchos.
Empaquetados
Hubo un tiempo en que las redes eran para un servicio único. La red telefónica daba telefonía, la red de TV daba video y las redes de datos, Internet y datos en general. Con la digitalización, esta especialización de las redes desapareció, dando lugar a la convergencia. Y a partir de allí, las redes se hicieron multiservicio, pudiendo transmitir voz, video y datos. Dejó de haber entonces límites técnicos, subsistiendo sí los regulatorios y/o políticos.
Esta situación tiene como consecuencia que hoy los principales ISP del país (Speedy, Fibertel y Arnet) pertenezcan a empresas que ofrecen otros servicios, sea de TV como de telefonía, aunque claramente no son los únicos. Por eso no sorprende que casi 9 de cada 10 hogares tengan su acceso a Internet como parte de un combo de servicios, sea con telefonía, con TV paga o ambos. Esto surge del informe “Acceso a Internet y tecnología residencial – 2015” realizado por Carrier y Asociados.
Como resultante del predominio de las telefónicas en el acceso a Internet, el combo Internet+Telefonía es el más popular, con un 52%. Luego sigue el de Internet+TV paga con el 26%. Y un 9% tiene triple play (Internet, Telefonía y TV paga). Conviene aclarar que aquí se incluyen también a los combos entre las telefónicas y DirecTV, que aunque sus servicios no comparten la misma red, fueron vendidos en un mismo paquete comercial.
Así, apenas un 10% únicamente contrata el servicio de acceso a Internet a su proveedor. Esto último se da más en los hogares jóvenes, donde el valor llega casi al doble.
En cuanto a la evolución del triple play, no hay que esperar importantes crecimientos para los próximos años. Con los cambios en la regulación como consecuencia de la aprobación de la ley Argentina Digital, las empresas de telecomunicaciones pueden ahora dar servicios de TV. No obstante esta medida no tendrá una incidencia importante en el corto plazo. Las redes de telefónicas no están mayormente en condiciones técnicas de permitir la capacidad de transporte necesaria para combinar Internet de banda ancha y TV. Esto requiere de inversiones, las cuales competirán por presupuesto con los despliegues de redes móviles, particularmente con 4G. Por lo tanto, los avances en este sentido serán lentos.
Por el lado de las empresas de TV paga, muchas ya tienen una oferta triple play salvo la más grande de todas, Cablevisión. Esto no se debe a una limitación técnica ni regulatoria, sino política. Sus redes pueden hacerlo y tienen licencia para dar telefonía. Lo que no se les ha otorgado es la numeración necesaria. Y para cuando lo hagan, el negocio de la telefonía fija será (ya lo es) poco interesante para un entrante. En otras palabras, Argentina llegó tarde y mal a la ola del triple play.
Elección de modelo
Con la media sanción que obtuvo el proyecto de ley Argentina Digital, la semana que viene será clave para saber si se convierte en ley antes de fin año. Mucho se habló de aspectos que hacen a los derechos individuales así como a la discrecionalidad en manos de la autoridad de aplicación. Pero poco es lo que se ha debatido sobre las implicancias para el desarrollo de la infraestructura, más allá del ingreso de las empresas de telecomunicaciones (de todo tamaño) al negocio audiovisual.
Simplificando, se puede decir que en materia de telecomunicaciones hay dos líneas de pensamiento. Están aquellos que sostienen que los grandes operadores deben abrir sus redes a operadores más chicos y/o entrantes al negocio. Y están los que opinan que para dar servicio cada operador debe ser el dueño de su red, propiciando la competencia de infraestructuras.
En el primer caso, si bien puede haber beneficios de corto plazo, no son tan evidentes en el largo. Un operador con red (telco o cablera) no se ve muy incentivado a invertir en mejorar la capacidad de la misma si debe ponerla a disposición de su competencia. Es cierto que se puede argumentar que el primero puede obtener una retribución (que incluya costos operativos, amortización de la inversión y una tasa de ganancia) que haga que le sea indiferente finalmente si esa red es para uso propio o de terceros. Pero si esta retribución contempla todos los costos asociados (y la ganancia es considerada en economía como un costo ya que es la retribución al empresario), para el operador que se quiere montar sobre infraestructura ajena el costo pasa a ser similar al de desplegar su propia red, aunque sin poder direccionar la inversión. Ahora, si la retribución para el dueño de la red no compensa los costos, el resultado serán redes estancadas tecnológicamente.
Quienes piensan que el modelo debe basarse en la competencia de infraestructuras sostienen que esta es la forma en que los operadores se vean motivados a invertir en éstas como una forma de diferenciarse competitivamente y poder lanzar nuevos productos. En Argentina esto se da en los grandes centros urbanos y otros no tan grandes, donde mínimamente compiten las infraestructuras de las telefónicas (en algunos casos incluyendo a PyME y cooperativas) con aquellas de los proveedores de TV por cable, pudiendo sumarse alternativas inalámbricas (como es el caso de DirecTV en Mendoza, compitiendo con Telefónica y Supercanal). Tampoco hay que descartar el impacto que tendrá una infraestructura alternativa como lo serán las redes 4G cuando estén plenamente operativas. En las localidades más chicas, los gobiernos a nivel provincial y municipal pueden incentivar el despliegue de nuevas redes a través de exenciones impositivas y otros beneficios, lo que les otorga herramientas para desarrollar sus propias políticas en la materia. Está claro que la competencia de infraestructuras puede no ser tan efectiva en el corto plazo (mientras éstas se van desarrollando), pero sí puede serlo en el largo si es acompañado por políticas adecuadas. Por supuesto, este modelo requiere de un acompañamiento regulatorio que genere un marco de competencia en un escenario de concentración oligopólica. Una tarea que no por compleja deba desestimarse.
En el caso de Argentina Digital, se propicia el primer modelo. Sería bueno que los diputados que deben tratar este proyecto consideren si les interesa el corto o el largo plazo.
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A la cama y sin TV
El atraso de la normativa argentina en materia de telecomunicaciones y su impacto sobre otros ámbitos, como el de los medios, dio esta semana una nueva señal de vida ante la resolución de la Corte Suprema respecto de una medida cautelar presentada por ATVC, Cablevisión, Multicanal y Telecentro en contra de que los operadores de telecomunicaciones pudieran ofrecer servicios de video bajo demanda. Básicamente se ratifica, tal cual lo marca la normativa vigente, que los operadores de telecomunicaciones no pueden dar servicios de radiodifusión o broadcasting, para usar un término técnicamente más preciso.
No obstante, en una instancia anterior, el fallo de la Cámara establece tres puntos que hacen al cruce de las redes y los contenidos, extendiéndose más allá del planteo inicial: la prohibición a las telcos de dar servicios de TV bajo un modelo de radiodifusión, el impedimento también de dar servicios de video bajo demanda (caso Arnet Play u Onvideo) así como la abstención por parte de las telcos a dar servicios bajo un modelo de oferta combinada con proveedores de TV (como hacen Telecom y Telefónica con DirecTV).
Si bien a veces los conceptos se confunden, hay diferencias técnicas claras entre un servicio de radiodifusión o broadcasting y otro bajo demanda. La radiodifusión es una comunicación punto-multipunto (o sea, un emisor y múltiples receptores), unidireccional (del emisor a los receptores pero no a la inversa) y donde el contenido es lineal y sin posibilidad de intervención del receptor. En el video bajo demanda las condiciones son distintas: la comunicación es punto a punto, bidireccional y el receptor puede mínimamente decidir qué ve, en qué momento y cómo (pausar, detener, retroceder, avanzar, repetir). Queda claro que mínimamente hay grises en las interpretaciones de los conceptos.
Bajo estas definiciones, el tema de dar servicios de radiodifusión está bastante claro, y de hecho ninguna de las telcos lo hace. No obstante, siguiendo la lógica, cabría preguntarse igualmente si debería impedirse ver a través de estas redes los broadcasting por Internet que hacen las señales de TV, tanto locales como internacionales. O hasta un webcast.
Por el lado de los servicios de video bajo demanda, por lo antes expuesto pareciera haber una diferencia importante como para considerarlo de radiodifusión. No obstante, darle al video bajo demanda el status de radiodifusión implicaría que servicios como Netflix, YouTube o hasta Facebook (los más populares aunque hay muchos otros) no pudieran accederse por redes de empresas de telecomunicaciones, ya que estas no tienen licencia para distribuir contenidos de radiodifusión (lo que incluye al bajo demanda). Aquí también entrarían los servicios tipo OTT de ciertos canales, como el caso de ESPN Play o HBO Go o las alternativas de catch up de los canales de televisión abiertos, entre otros. Se ve así que esta interpretación no se sostiene.
En cuanto a la oferta combinada de telecomunicaciones y TV, parece más un acuerdo comercial que una violación a la normativa vigente. Los servicios se prestan a través de redes independientes (voz e Internet por la red telefónica y TV por la red satelital), de empresas independientes, que facturan cada una por separado. No obstante, la justicia lo entiende de otra forma y eso en definitiva es lo que cuenta. De hecho, Telecom respondió anunciando la suspensión temporaria de la oferta. Desensilló hasta que aclare, aunque sus clientes siguen gozando de ambos servicios, administrados en paralelo y no unificadamente.
No obstante, son atendibles los reclamos de los operadores de cable quienes luego de la sanción de ley de Medios, quedaron en una posición poco privilegiada, con límites tanto a su cobertura como a su penetración de mercado que no se aplican a las telcos. Resulta curioso que mientras a unos se les exigen inversiones, a los otros los fuerzan a desinvertir. También hay trabas para regulatorias, como la no asignación de numeración para telefonía en el caso de Cablevisión, que tiene licencia y tecnología para dar este servicio, pero no números para entregar a sus clientes. En este caso, un trato discriminatorio frente a competidores directos, como es el caso de Telecentro, quien sí ofrece servicios del tipo triple play. Es sin dudas una factura del gobierno, con quien el grupo arrastra ya un largo enfrentamiento. Arbitrariedad al palo.
Más allá de la mezcla de conceptos que hace la justicia en su fallo, dentro de sus limitaciones, está diciendo “estas son las normas. No las hago yo. Si no les gustan, cámbienlas”. En definitiva, este tipo de hechos se seguirán produciendo (y quizás con más asiduidad), en la medida en que nuestro marco normativo siga desconociendo la evolución tecnológica de los últimos 20 años. Cosa que sucede aún con la Ley de Medios, que no llega a los 5 años de vida pero que nació mirando a las redes del siglo XX y no las del XXI. Quizás un buen primer paso sea separar regulatoriamente a los contenidos de la red de transporte, que demandan enfoques claramente diferenciados. [Ver más en “Errores persistentes”]
Considerando la relevancia estratégica de las infraestructuras de telecomunicaciones en las sociedades y economías modernas, resulta imperioso comenzar a debatir cómo actualizar la normativa para que potencie el desarrollo de redes en vez de cercenarlas. Lamentablemente, se trata de un tema que no figura ni en la agenda del gobierno ni en la de la oposición. Una omisión más que preocupante considerando que el año próximo habrá elecciones presidenciales. Se trata de un debate importante que hay que dar, ya que no se alcanza con declarar que todas las redes son iguales (en capacidades y regulación) sino que, y más importante aún a largo plazo, habría que establecer cronogramas o planes de metas para que las asimetrías entre redes y empresas no terminen aniquilando la competencia de infraestructuras en lugar de fomentarla.
El camino por recorrer es largo. Preocupa que aún no se haya dado el primer paso.
Qué bien se TV
Quizás en uno de los secretos peor guardados de la industria, esta semana finalmente se confirmó la compra de DirecTV por parte de AT&T. El monto de la operación, US$ 48,5 millardos, sorprendió por su magnitud, por más que, como suele ocurrir en estos casos, resultó de una combinación de efectivo (30%) y acciones (70%). Tampoco sorprendieron las reacciones encontradas. Las de quienes creen que AT&T está ingresando en un negocio en baja como el de la TV lineal contra las de quienes ven una interesante movida en la tendencia hacia el cuádruple play.
Emitir un juicio definitivo a la distancia es complejo, ya que el diablo está en los detalles. Sin embargo, sí pueden analizarse algunos elementos que muestran como está cambiando el negocio de las telecomunicaciones, particularmente en aquellos mercados donde no hay trabas artificiales (como sucede con algunas regulaciones) a su desarrollo.
Con esta compra, AT&T adquiere una empresa que le aporta una gran base de clientes de TV (más de 20 millones) y una generación de caja importante (US$ 2,6 millardos el año pasado). Si bien muchos de los clientes de DirecTV en EE.UU. están en zonas rurales, la intención de AT&T para los próximos años es llegar con propuestas de banda ancha inalámbrica. La existencia del servicio de TV satelital en los mismos será entonces una puerta de entrada para extender la adopción de los servicios actuales de AT&T (telefonía fija, móvil y banda ancha). Así, podrá ofrecer todos los servicios, cursando la TV linear vía satélite y la TV bajo demanda vía banda ancha.
Por otra parte, con esta compra AT&T accede a contenidos exclusivos, como lo son los partidos de la NFL, equivalente a tener el campeonato local de fútbol, cuyos derechos hoy están en manos de DirecTV. Tan importante es este contenido que el acuerdo de compra incluye una cláusula que le permite a AT&T retirarse si DirecTV no renueva el acuerdo con la NFL (algo así como la AFA en Argentina).
La intención de AT&T, que ya tiene servicios de TV vía triple play con casi 6 millones de clientes, no sólo es poder competir con operadores de TV paga como Comcast, sino también tener contenido para difundir a través de su red 4G. Esto le daría una ventaja competitiva frente a sus rivales en servicios móviles. Según publicaron medios de los EE.UU., el operador maneja estadísticas que indican que hacer paquetes de contenidos de música y deportes en las tarifas de 4G impulsan su uso, equivalente a más del doble del realizado bajo 3G. Y esto, en un negocio que cobra por tráfico y no por ancho de banda, se traduce en mayores ingresos. Así se entiende la desesperación por asegurarse contenidos clave. La suba de capacidad de las redes debe ser acompañada por contenidos que la utilicen.
En línea con esto, en la semana en que se concretó esta operación, otro operador móvil, Verizon, anunció una asociación con la Indycar (la F1 estadounidense) para transmitir las carreras de esta categoría por sus redes móviles con tecnologías multicast. Evidentemente, los deportes son un contenido ideal para el broadcasting ya que la gente los quiere ver en vivo, a diferencia de lo que ocurre con series y películas. Aquí, Netflix u otros OTT no les compiten.
Con estas noticias, se observa un evidente renacer del interés de operadores de telecomunicaciones por la TV. La vez anterior fue hacia fines de los 90, pero los resultados no estuvieron a la altura de las expectativas. ¿Será distinto esta vez? El escenario lo es.
El mundial ubicuo
Cuando faltan apenas 3 meses para el inicio de la próxima Copa del Mundo de fútbol, cabe preguntarse cuál será el rasgo característico de esta edición desde el punto de vista tecnológico. Todo hace pensar que así como la del 78 dio el puntapié inicial a la TV en colores en Argentina y la de Alemania impulsó el despegue de las TV planas (Plasmas y LCD en aquella época), la próxima edición en Brasil será sin dudas la de las múltiples pantallas. Esta proliferación de pantallas estará alimentada por dos grandes tendencias: el consumo online de video y la socialización a través de dispositivos complementarios a la TV.
En momentos en que unos 7 millones de argentinos consumen video online regularmente, no debería llamar la atención que muchos de éstos se lancen a ver lo que suceda desde PC, tablets y smartphones, siempre desde conexiones fijas (el uso de las redes móviles está descartado por el momento). El potencial es mayor habida cuenta de que entre smartphones y tablets habrá dando vueltas aproximadamente 15 millones de dispositivos portátiles en condiciones de hacer streaming de video. Por sus características (delays, imagen no muy definida, necesidad de conexión a Internet) queda claro que la opción online será para aquellos que no tengan una TV a mano, como puede ser el caso en oficinas o instituciones educativas. A la transmisión online se podrá acceder desde el sitio de Fútbol para Todos pero habrá también otras opciones, como TyC y DirecTV (en éste último caso, sólo para sus abonados).
A pesar de que también estará la posibilidad técnica de sintonizar los partidos vía TDT en celulares, esta opción no será muy popular. En Argentina, apenas alrededor de 50.000 dispositivos móviles cuentan con esta capacidad, cifra que podría crecer si hay un push de la oferta en las semanas previas al Mundial. Aunque sí hay que tener en cuenta que existen unos 500 mil celulares en uso con capacidad de sintonizar TV analógica.
El otro rasgo distintivo será el de la socialización. Si bien plataformas como Facebook o Twitter ya existían en Sudáfrica 2010, la diferencia esta vez es que son inmensamente más populares que entonces, cuando eran utilizadas por un grupo de avanzada tech únicamente. Hoy, Facebook tiene unos 20 millones de usuarios en Argentina y Twitter unos 4 millones. A éstas hay que sumarles Whatsapp, plataforma que puede ser utilizada tanto desde smartphones como también desde algunos socialphones en uso. Sumando los SMS, queda claro que no serán pocos quienes comenten las alternativas de lo que suceda en la cancha mayormente desde sus celulares, así como desde PC y tablets. Resulta evidente que esta socialización se dará mayormente en una segunda pantalla, ya que todavía no están maduras las opciones que permiten hacerlo desde la misma TV (que debe ser SmarTV).
En definitiva, millones de nuevas pantallas serán las protagonistas tecnológicas del próximo Mundial. Tanto para ver en vivo o comentar lo que allí suceda.