Archivomayo 2019

La fibra busca su lugar

En momentos en que las demandas por capacidad de las redes fijas crecen notablemente de la mano principalmente del mayor consumo de video así también como de más dispositivos conectados simultáneamente, silenciosamente crece la oferta de conectividad a través de la fibra óptica hasta el consumidor. De hecho, un 9% de los ISP ofrecen únicamente productos de fibra, valor que asciende al 18% cuando se consideran también los ISP que ofrecen adicionalmente productos con otras tecnologías. Esto surge del informe “Oferta de Internet fija en Argentina – 2019” realizado por Carrier y Asociados.

A diferencia del resto de las tecnologías (cablemódem, ADSL, inalámbricas y satelitales), los accesos de fibra óptica tienen una oferta pareja en localidades de distintos tamaños y ubicación geográfica. Esto es así porque no sólo están las redes de fibra de los grandes operadores (Movistar y Claro) en grandes centros urbanos, sino también que hay muchas pymes y Cooperativas que están cableando y ofreciendo el servicio en sus zonas de influencia.

En términos de mercado, la fibra óptica se convierte en la competencia directa de las redes de TV por cable que adoptaron la tecnología de cablemódem ya que ambas ofrecen capacidades similares. Es que la fibra es el paso posterior natural de la tecnología ADSL utilizada no sólo por las grandes telcos sino también por las cooperativas telefónicas. A esto se suma que es la tecnología obligada por aquellos que construyen redes fijas desde cero, como fue el caso en su momento de Iplan y lo es hoy con Claro, así también como cooperativas no telefónicas, como es el caso de las eléctricas. Ambas tecnologías ofrecen una capacidad media de 85 Mbps, muy por encima de las demás tecnologías.

 

La presencia y competencia entre redes de cable y de fibra se manifiesta en las velocidades promedio ofertadas por zona. Así, en la ciudad de Buenos Aires, donde hay una fuerte presencia de redes de cablemódem modernas (Fibertel y Telecentro) y donde crecen los despliegues de fibra (Iplan y Movistar), la velocidad promedio ofrecida es de 151 Mbps. El otro extremo es la región de Cuyo, donde el promedio es de 9 Mbps y la oferta es mayormente inalámbrica, ADSL y cablemódem, pero este último de muy baja capacidad. Por algo tanto Movistar como Claro se encuentra desplegando fibra óptica en la ciudad de Mendoza. Hay allí un mercado ávido de mayores prestaciones.

En términos de usuarios finales, la fibra óptica tiene unos 700.000 accesos en el país [ver “Avanza la fibra”] lo que equivale aproximadamente a un 8% del total de accesos a Internet del país.

El poder del software

El conflicto político-comercial entre China y los EE.UU. tiene sin dudas en el caso Huawei su punto más emblemático. No es para menos. Más allá del peso real que la empresa china tiene en el mundo de las telecomunicaciones, se trata del “campeón nacional”, la marca más reconocida mundialmente de aquél país. El impacto simbólico es insoslayable. Pero además, el desarrollo reciente de los acontecimientos pone en evidencia el rol clave que juega el software en el mundo actual.

Dejando de lado la prohibición que los operadores estadounidenses tienen de utilizar equipamiento de Huawei para sus redes de telecomunicaciones, el impedimento a que las empresas de aquél país provean de tecnología a la empresa china pone en evidencia lo relevante que es el software, no sólo por sistemas operativos y aplicaciones sino también por los servicios asociados. Alcanza con ver el impacto que tendría (de mantenerse) la negativa de Google a seguir proveyendo de su plataforma Android a Huawei, actualmente el productor nº2 del mundo en materia de smartphones.

Desde hace un tiempo se viene hablando de que Huawei está desarrollando un sistema operativo propio para celulares. Esto reflotó y cobró más fuerza en los últimos días, luego de que Google anunciara que no seguiría colaborando con Huawei como consecuencia del decreto presidencial que le impide hacerlo (más allá de la extensión de 90 días posterior a la norma). De hecho, esta semana desde Huawei anunciaron que el nuevo OS estaría listo para salir al ruedo durante junio para luego contradecirse y aclarar que no lo estaría sino hasta fin de año en China y en algún momento del 2020 internacionalmente. Sin dudas, al conflicto con los EE.UU. se le sumó una crisis de relaciones públicas y comunicación interna.

Es que lanzar un nuevo sistema operativo para móviles no es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana sin correr el riesgo de estrellarse en el intento. Muchos apostaron a que el nuevo OS sería un Android AOSP, la versión de fuente abierta del popular OS, tal como lo hace en aquellos smartphones que vende en China. Pero hay que tener presente que Google vende separadamente sus servicios y apps propietarias bajo lo que se denomina Google Mobile Services (GMS). Aquí entran Chrome, Search, y Play Store (la tienda de aplicaciones). Y si bien no cobra por ello, una de las exigencias es que el fabricante preinstale apps como Gmail y Maps [Nota: esta práctica es la que llevó a que los reguladores europeos estén siguiendo este tema de cerca].

El caso de Play Store es importante ya que además de las apps incluye otras facilidades para programadores. Sin éstas, desarrollar fuera de Play Store es más complicado, lo que atenta contra la disponibilidad de apps para cualquier sistema operativo que sea “Android compatible” pero no Android. Algo que vive en carne propia Amazon con su Fire OS (basado en Android), que no dispone ni por asomo de la cantidad y variedad de apps que tiene el Android de Google. Y si bien Huawei cuenta en China con su propia tienda de apps, esta no sería la más indicada para sus mercados internacionales.

El camino sería aún más cuesta arriba para Huawei si dentro de las prohibiciones se incluyese la propiedad intelectual. Entonces quizás ni siquiera podría usar la versión libre de Android. Una situación similar a la que se insinúa por el lado de los procesadores que fabrica con licencia de ARM y que incluye tecnología de origen estadounidense.

Por supuesto que de mantenerse o, peor, endurecerse las restricciones a Huawei no sólo ésta y China se verían perjudicadas. También los EE.UU. y sus empresas que podrían perder a su principal país fabricante así como también a grandes clientes. Es que en una economía globalizada no hay forma de que una decisión no repercuta en todo el sistema.

No obstante, si bien las fábricas pueden trasladarse geográficamente (no sin un alto costo, claramente) la propiedad intelectual y el software son decisivas. Y no porque no puedan eventualmente replicarse sino porque éstas generan ecosistemas basados en las economías de red, donde un jugador dominante sólo puede dejar de serlo por un cambio estructural más que por la aparición de un jugador alternativo. En otras palabras, es más fácil sustituir el hardware que el software. El hardware es un producto de una economía industrial o secundaria y el software lo es de una de servicios o terciaria. Y es en esta última donde EE.UU. todavía aventaja a China, aunque en una escalada de esta guerra comercial y política, una eventual “victoria” sería sin dudas pírrica.

Tuits selectos

Aceleración de la escalada

Esta semana el enfrentamiento entre los EE.UU. y Huawei llegó a nuevos niveles que permiten presagiar ciertas turbulencias en la industria tecnológica en los próximos tiempos. Por la vía de un decreto presidencial, no sólo se impide la utilización de equipamiento de Huawei en las redes de telecomunicaciones, con la vista puesta fundamentalmente en los próximos despliegues de 5G. Tambien Huawei fue puesto en una lista negra de empresas a las que las estadounidenses no podrán proveer de tecnología, sea de hardware o software.

Muchos ven estas acciones como parte exclusiva de la guerra comercial entre ambos países y de la lucha por la supremacía tecnológica, pero en su origen al menos, la cosa pasa por cuestiones políticas y de seguridad nacional. Al mismo tiempo, creen que esto se originó bajo la administración Trump (que sin dudas escaló), pero en realidad el primer antecedente data de 2012, época en la que Obama era el presidente de los EE.UU., cuando el comité de Seguridad Nacional del Congreso de aquél país desaconsejó el uso de equipos de redes de origen chino.

Esto se debe a que la sociedad y economía se basan crecientemente en el uso de las redes de telecomunicaciones, no sólo ya para comunicar personas, sino para interconectar organismos estatales y empresas, administrar infraestructuras y controlar procesos y acciones remotamente. En una sociedad hiperconectada, cualquier acción o sabotaje en las redes puede producir más impacto que una bomba. Es por esto por lo que los EE.UU. no quieren que para esa infraestructura tan básica como estratégica, su rival por la supremacía mundial sea también su proveedor, con el riesgo que sea utilizada como un caballo de Troya para afectar su funcionamiento. Sería como si durante los años más álgidos de la guerra fría, EE.UU. hubiera dependido de tecnología rusa para manejar sus redes de energía. Impensable. Lo mismo ocurre hoy con China y las redes de telecomunicaciones. No hace falta llegar a probar que esto sucede o podría técnicamente suceder. Alcanza con que el riesgo exista, aunque sea hipotéticamente.

Es cierto que bajo la administración Trump la cosa fue escalando y desde el año pasado, el campo de batalla se trasladó fuera de las fronteras de los Estados Unidos. El gobierno estadounidense comenzó a presionar a países aliados (originalmente aquellos que tienen bases militares estadounidenses) contra el uso de equipos de marcas chinas en sus redes de telecomunicaciones. Así, el Reino Unido, Alemania, Australia, Nueva Zelanda, India y Japón comenzaron a evaluar y en algunos casos restringir de una forma u otra la incorporación de equipamiento chino en sus redes. Hoy, las presiones llegan a otros países, como pudo comprobarlo una delegación de funcionarios argentinos, quienes recibieron también el mensaje de sumarse al boicot al uso de equipamiento de Huawei en las futuras redes 5G.

 

 

En esta lógica, la prohibición de que empresas tecnológicas exporten sus tecnologías a Huawei (uno de los tres grandes proveedores mundiales de equipamiento para redes de telecomunicaciones, junto con Ericsson y Nokia) resultaba un paso natural. Claro que, con la misma medida, se impactó de lleno en el negocio masivo de Huawei: principalmente los smartphones pero también las tablets y PC. Es que todos estos dispositivos utilizan tecnología estadounidense, sea en la plataformas de software (Android y Windows) como en el hardware (Qualcomm, Intel, Broadcom y varios otros). Y, más aún, a veces esta tecnología está presente indirectamente, por lo que empresas que no son estadounidenses en su origen también comenzaron a revisar su accionar luego de esta medida. Así, empresas como ARM, que si bien no diseña ni fabrica chips, provee bajo licencia tecnología vital para su funcionamiento, dejarían de proveerle licencias a Huawei, lo que impactaría a sus procesadores Kirin.

Es cierto que Huawei podría hacer funcionar sus equipos con Android AOSP, la versión de fuente abierta del popular OS, tal como lo hace en aquellos que venden en China. Pero que fuera de sus fronteras sus equipos no incluyan apps de Google sería una carencia importante. Y mucho más difícil sería tener éxito con su propio sistema operativo para smartphones, algo que ya quedó demostrado con los casos de Windows Phone y de Blackberry. Pero ciertamente más duro sería el impacto por el lado del hardware, específicamente por los procesadores, si se mantiene la decisión de ARM. Esto obligaría a Huawei a diseñar sus procesadores desde cero, lo que no sería imposible pero sin dudas llevaría unos años, lo suficiente como para que el daño a la marca sea irremontable. Situación que tendría un fuerte impacto no sólo en sus mercados internacionales (como sería el caso de Google) sino también en el doméstico. Paralelamente, se asestaría un duro golpe contra el campeón nacional chino, cuya marca es la más conocida de ese país a nivel mundial. Todo un símbolo.

Así, aunque inicialmente el impacto en smartphones, tablets y PC pueda verse como un daño colateral, es seguramente una fuerte carta de negociación en las disputas comerciales entre China y EE.UU., ya que el gobierno de Trump podría establecer excepciones a su prohibición. Por lo pronto, la prórroga de 90 días en la aplicación de la prohibición, además de dar tiempo a que los sistemas de producción y suministro no sufran un corte tan abrupto, también es dar margen para negociar.

Si estas tensiones continúan y las medidas se mantienen, el impacto se sentirá en Argentina. Por el lado de las redes, y más allá de si se cede o no a las presiones políticas de EE.UU., la prohibición de disponer de tecnología estadounidense por parte de Huawei retrasaría la provisión de equipamiento y podría obligar a las telcos a reconsiderar proveedores. Adicionalmente, en materia de redes cambiar de proveedor no es tan fácil, porque muchas actualizaciones, incluyendo la primera etapa en 5G, se montan sobre el equipamiento existente del mismo proveedor. Esta es la razón por la cual en general los operadores no suelen estar de acuerdo con la prohibición de usar equipos Huawei, especialmente en países como los europeos donde el fabricante chino tiene una presencia relevante (cosa que no sucede en los EE.UU.). Por el lado de los usuarios finales, Huawei nunca pudo replicar en Argentina el éxito que tuvo a nivel mundial. Durante 2018 sus ventas representaron apenas el 3% del mercado de smartphones y su base instalada alcanza al 5%, datos que surgen del del informe “Mercado celular argentino 2019” elaborado por Carrier y Asociados. Queda en claro que el impacto local sería más relevante en materia de redes que de terminales.

Resta ver si el conflicto seguirá escalando, con un contraofensiva de los chinos hacia los productos estadounidenses cuyas consecuencias, si bien todavía inmensurables, serían significativas. O si habrá negociación y pipa de la paz. Pero más allá de si el tema sigue escalando o si, por el contrario, se retrotraen ciertas medidas, lo que este conflicto reafirma es la conformación de un nuevo mundo bipolar, donde frente a los EE.UU. ya no está la URSS sino China.

Avanza la fibra

Impulsados por los servicios convergentes así como por una mayor demanda de capacidad (especialmente donde las tecnologías alternativas son inalámbricas o de ADSL y que por lo tanto no están a la altura de las demandas actuales), los accesos de fibra óptica siguen creciendo en Argentina.

Al cierre del primer trimestre de este año, había alrededor de 700.000 accesos de fibra óptica hasta el hogar. Esto equivale al 8% del total de accesos a Internet, que se ubican en los 8,4 M (según el Enacom).

Las cifras oficiales, provistas por Enacom, no reflejan con exactitud esta situación. Para diciembre de 2018, declara 388 mil accesos de fibra óptica, mientras que únicamente Telefónica declara 392 mil accesos FTTH en sus balances. Y a esto hay que sumarle los de Claro, Iplan y muchas pymes y cooperativas de telecomunicaciones que vienen desplegando fibra hasta los domicilios de sus clientes al hogar desde hace unos años.

Con una economía aún en recesión y el mayor costo de la tecnología por impacto de la devaluación, probablemente este año se produzca una desaceleración en el crecimiento, que igualmente será importante dentro el contexto general, pasando de alrededor de 80% en 2018 a un 35% en el 2019.

Tuits selectos

Pantallazo

Cuando hacia principios de esta década comenzaron a aparecer celulares con pantallas de 5” o más, éstos recibieron muchas críticas por considerar que eran de un tamaño excesivo. Sin embargo, en el 2018 el 97% de los celulares vendidos en Argentina tuvieron, como mínimo, este tamaño de pantalla. Esto surge del informe “Mercado celular argentino 2019” elaborado por Carrier y Asociados.

Originalmente denominados “phablets”, estos equipos fueron pensados como un intermedio entre un smartphone y una tablet. Su por entonces gran tamaño hizo que inclusive algunos fabricantes incluyeran un stylus para operarlos. Con el paso del tiempo, las phablets terminaron siendo decisivas para frenar el crecimiento de las tablets. Las últimas no sólo comenzaron a crecer en tamaño sino que luego quedaron circunscriptas a las edades extremas de la pirámide etaria. Los mayores que no se sentían cómodos operando en una pantalla diminuta y los más chicos, que no teniendo edad para una línea celular podían ver videos o entretenerse con videojuegos en un equipo más económico que un smartphone.

En a Argentina, los equipos con pantallas de 5” o más comenzaron a dominar las ventas en el 2016, cuando representaron el 61% del total, creciendo al 75% en 2017 y alcanzando el 97% en 2018.

 

 

Estas ventas hicieron que hoy la mitad del parque de celulares en uso sean de pantallas de 5” o más. Lo que ahora está faltando son pantalones que permitan llevar estos equipos sin sobresalir por los bolsillos.

La atomización, una oportunidad

Históricamente, los proveedores de contenidos para servicios de TV paga (Sony, Warner, Fox, HBO, ESPN y tantos otros) tenían la particularidad de que su público y sus clientes eran personas distintas. Su público claramente era quien consumía sus productos. Su cliente era el operador de TV paga, con quien tenía la relación comercial e intermediaba con su público.

 

 

Esta situación comenzó a cambiar luego del éxito de Netflix, para quien desde su origen público y cliente fueron la misma persona. Este modelo comenzó lentamente a ser imitado por los proveedores de contenidos históricos. Algunos, como HBO y Fox, empezaron a hacerlo con un modelo híbrido. Para acceder al servicio directamente sin necesidad de contar con la red del operador de TV había que necesariamente ser cliente de este último. La idea era ofrecer una alternativa OTT que no sólo permitía consumir estos contenidos desde dispositivos conectados a Internet dentro o fuera del hogar, sino que lograba, por primera vez, tener una relación directa con su público que era un cliente indirecto.

Pero el continuo avance de Netflix primero y de Amazon después, que al ser modelos nativos OTT no tenían la herencia de la relación con los operadores, hicieron que los proveedores de contenidos históricos se animaran a salir a ofrecer sus productos en formato “stand alone”, es decir, sin necesidad de estar abonado a ningún servicio de TV paga tradicional. Así, Disney no sólo anunció el lanzamiento de su servicio Disney+ sino que se quedó con el control total de Hulu, a los que suma ESPN. Paramount también anticipó que lanzará su plataforma de video streaming OTT antes de fin de año. Y siguen las firmas. Pero esta movida viene acompañada del retiro, progresivo, de contenidos propios de las plataformas de terceros, como ya anunció Disney que lo haría con Netflix. Es que hoy la diferenciación se logra a través de la exclusividad de los mismos.

El escenario que asoma es el de una compartimentación de los contenidos por plataforma, obligando al público/cliente a suscribirse a múltiples servicios de streaming de video OTT. Pero además, esta fragmentación se da por marcas (Netflix, Disney, etc.) y no por tipo de contenidos (películas, series, documentales, deportes). Quizás es por lo que Disney piensa contar con múltiples plataformas que servirán para segmentar sus contenidos.

No obstante, este nuevo estado de situación representa una oportunidad para ISP convergentes que pueden concentrar la oferta bajo un modelo de “one stop shop” o almacén de contenidos. Un modelo que tiene dos patas. Por un lado, la facturación unificada, que incluye la posibilidad de ofrecer estos contenidos a clientes sin tarjeta de crédito. Pero además, agregando las múltiples ofertas bajo una interfaz unificada, que permita buscar o navegar por tipo de contenido y no por marca del proveedor de éstos. Es a lo que apuntan propuestas como las de Flow, Movistar+ y otras, que por el momento ofrecen esta interfaz unificada pero que, se supone, en breve incorporarán también la facturación.

Esta intermediación de los ISP puede ser beneficiosa para ambas partes (además del público que ve su vida simplificada). El ISP obtiene ingresos a partir de los contenidos de un tercero que le genera tráfico en su red al tiempo que permite potenciar su oferta convergente. El OTT obtiene un canal para llegar a nuevos clientes a través de la base de abonados y del marketing del ISP. Se llegaría así al deseo que surgió a partir del momento en que la TV paga comenzó a sumar decenas de canales: armar su propia grilla y pagar sólo por lo que se consume. O casi.

Tuits selectos

Un país 4G

Luego de 4 años desde su lanzamiento, la tecnología 4G se ha vuelto dominante en el mercado local. Actualmente, 2 de cada 3 residentes en Argentina utiliza un smartphone 4G. Esto surge del informe “Mercado celular argentino 2019” elaborado por Carrier y Asociados.

Esta rápida penetración es consecuencia de un crecimiento exponencial de la oferta de equipos 4G que se produjo a partir del 2015, luego de la habilitación del espectro para esta tecnología sobre el cierre del 2014. En ese entonces, los equipos 4G pasaron en un año de ser el 9% al 61% del total de equipos vendidos en el país. Y ya para el 2017, más del 99% de los equipos fueron 4G.

 

 

En cuanto a los cálculos de penetración, si bien en la industria se tiende a tomar como base la cantidad total de líneas, no suele arrojar un indicador muy relevante. Esto se debe a que las cifras de líneas totales (que en Argentina son 59 M para una población de 44M) incluyen muchas en desuso aunque en servicio, resultando entonces un indicador que distorsiona el análisis. Por lo tanto, resulta mucho más relevante tomar como base la población total del país. Es justamente calculando la penetración sobre una población de 44 M de habitantes que las 29 M de líneas 4G equivalen a una penetración del 66%.

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