Durante muchos años, Intel fue sinónimo de PC. Si bien es cierto que sus chips se encontraban en los dispositivos más diversos, los volúmenes sostenidos del mercado de PC hacían que este fuera su negocio estrella. La llegada de los smartphones encontró al diseñador y fabricante de chips con la guardia baja. A esto se sumó que fue creciendo la cantidad de empresas que diseñan sus propios chips para que los fabriquen terceros, lo que potenció tanto al diseño como a la fabricación, cada vez más sofisticada. Esto, más retrasos en el comienzo de la fabricación de chips con tecnologías más sofisticadas, hizo que Intel, si bien todavía en el top 3 de la fabricación de chips, quedara algo rezagada respecto de la coreana Samsung y de líder en la materia, la taiwanesa TSMC. Con este escenario, llegó la pandemia y el fuerte crecimiento de la demanda de chips (tanto por el aislamiento como por la aceleración digital) chocó con limitaciones en la oferta. Súbitamente, la fabricación de chips se convirtió en un tema geopolítico [ver más en “El petróleo del siglo XXI”)
Esta situación fue la que llevó a la contratación de su actual CEO, Pat Gelsinger, a principios de este año. Con 30 años trabajando para Intel (donde llegó a ser CTO) y luego 10 años fuera de ésta, el retorno de Gelsinger fue el punto de partida para una reorganización y nueva estrategia, apuntando a dar vuelta el partido. El actual CEO basa su estrategia de recuperación en dos pilares: por un lado, la vuelta a la vanguardia tecnológica perdida en materia de producción y, por el otro, la fabricación para terceros. Un camino prometedor pero que, aun siendo recorrido de la mejor manera, no tendrá resultados inmediatos.
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