Archivooctubre 2015

Caballo de Troya

Quizás para aprovechar el momentum generado por el lanzamiento del segundo satélite argentino, el ARSAT-2, el gobierno envió al Congreso Nacional el proyecto de proyecto de Ley de Desarrollo de la Industria Satelital Argentina. En menos de una semana, el mismo obtuvo dictamen favorable en las comisiones de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión, y de Presupuesto y Hacienda para luego ser votado por unanimidad en la Cámara de Senadores. Un éxito total aunque por lo rápido de su tratamiento podría estar indicando que no hubo un análisis a fondo por parte de los legisladores.
A pesar de lo que indica su nombre, el mismo incluye también la transferencia de la explotación de las bandas de frecuencias de 3G y 4G a ARSAT, correspondientes al lote que quedó desierto. Las comparaciones con el intento anterior, en 2012, cuando a ARSAT se le asignaron las frecuencias (por entonces sólo las de 3G) son inevitables.
En aquella ocasión, bajo el nombre de Libre.ar, la idea fue crear un operador mayorista. Inicialmente éste daría servicio únicamente a otros operadores (principalmente a empresas privadas de todo tamaño y cooperativas). Luego la intención fue que estos otros operadores comercializaran el servicio móvil bajo la marca Libre.ar. La historia es conocida. Ninguno de los dos modelos avanzó. Como tampoco lo hizo el despliegue de la red. Pasaron 2 años y ese espectro se licitó y distribuyó entre Claro, Personal y Arlink, junto con espectro para 4G. Como Arlink no pudo afrontar el pago correspondiente, su espectro quedó vacante y es el que ahora se busca transferir por ley nuevamente a ARSAT.
El proyecto que ahora espera su aprobación en la Cámara de Diputados no tiene exactamente el mismo espíritu de aquel primer intento. Ahora se contempla la posibilidad de asociarse con cooperativas, municipios, organismos y sociedades del Estado, pero no con empresas privadas. Así quedan afuera todos los operadores de telecomunicaciones privados, lo que incluye a telcos, cableras y PyMEs del sector. Esto debería ser revisado ya que éstas podrían aprovechar (al menos durante muchos años) una red con mucha más capacidad disponible que la que podrían ofrecer Claro, Movistar o Personal, cada una con aproximadamente 20 millones de líneas en servicio.
El proyecto de ley no sólo incluye el tema del espectro para servicios móviles y su utilización, sino que también menciona las importantes inversiones necesarias, su explotación atendiendo “sectores menos ‘rentables’ en términos financieros”, el ingreso de Municipios, Cooperativas y Sociedades nacionales y provinciales con participación estatal mayoritaria, el desarrollo de servicios de seguridad pública, despliegue de banda ancha de última milla y otros. Demasiados temas apenas mencionados al pasar que en realidad requerirían de una ley propia y no ser un anexo de otra que apunta a un tema sustancialmente distinto.
Finalmente, hay un punto sobre el cual no se ha debatido pero que puede significar entrar en un callejón sin salida. Se trata de la exigencia de 2/3 de los votos del Congreso para tanto para la venta de acciones de ARSAT así como, y más importante, “cualquier acto o acción que limite, altere, suprima o modifique el destino, disponibilidad, titularidad, dominio o naturaleza de los recursos esenciales y de los recursos asociados” que pertenezcan o sean asignados a ARSAT. Dicho de otra forma, si llegara a repetirse la situación de la primera versión de Libre.ar, que por motivos desconocidos nunca comenzó a funcionar, sería muy complejo reasignar el espectro transferido a ARSAT. Si esto ocurriese, el país estaría desaprovechando un recurso valioso y finito.
Desde un punto de vista lógico, resulta extraño que una mayoría simple tome una decisión que exija 2/3 de las voluntades para alterarla. No obstante, esto no parece ser un tema de preocupación para nuestros senadores que aprobaron el proyecto de ley por unanimidad. Es de esperar un tratamiento más meticuloso por parte de los diputados.

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Reposición

Hay algo que ni sus detractores pueden negarle al gobierno, y es su capacidad para sacar conejos de la galera. El conejo de esta semana fue el anuncio de la decisión de transferir a la empresa estatal Arsat la explotación de las frecuencias del espectro para 3G y 4G que habían sido retiradas a Arlink recientemente por falta de pago.
La primera sensación obvia es de déjà vu. Efectivamente, cuando en el 2012 se decidió dejar sin efecto un llamado a la licitación para otorgar el espectro remanente para servicios 2G y 3G devueltos por Movistar, el mismo fue asignado a Arsat a través de la creación del operador Libre.ar. El desenlace es conocido: luego de 2 años sin ningún avance, el gobierno decidió quitarle ese espectro a Arsat y ponerlo en juego junto con el espectro para 4G que se terminó asignando a fines del año pasado.
¿Qué cambió de diciembre ahora? Que Clarín compró Nextel. Un sapo muy difícil de tragar para este gobierno que hizo de su enfrentamiento con este grupo un símbolo, la madre de todas las batallas. La prueba está en la reacción de la AFTIC ante el anuncio de la operación: ordenar la marcha atrás so pena de dejar a Nextel sin licencia y no renovar los plazos para varias frecuencias vencidas. Esto sucedió el viernes 25 y tan sólo 5 días después se anuncia la transferencia de las frecuencias para 3 y 4G a Arsat. Con esto el gobierno trata de dinamitar la operación Nextel-Clarín. Es que sin espectro nuevo, el negocio de Nextel terminará siendo, tarde o temprano, el de alquilar sitios para antenas.
En teoría, no habría impedimentos para que Arsat reciba espectro y desarrolle un servicio móvil. Por un lado, la ley Argentina Digital (promulgada a fines del 2014) establece en su artículo 31 que “la Autoridad de Aplicación podrá asignar en forma directa frecuencias a organismos nacionales, entidades estatales y entidades con participación mayoritaria del Estado nacional”. Pero el gobierno considera que esto no es suficiente reaseguro e incluyó este tema en el Proyecto de Ley de Desarrollo de la Industria Satelital Argentina (sí, medio descolgado con este nombre, pero es un anexo del proyecto). Quizás no confíen en la suerte de AFTIC en el próximo gobierno y prefieran el rigor de una ley, que además contempla la necesidad de 2/3 de las cámaras legislativas para cualquier transferencia del control de Arsat así como para la venta de recursos y de tecnología que maneja la empresa. Una forma, más coercitiva que por consenso, de establecer políticas de Estado.

Libre.ar II

Como ya quedó demostrado en su intento anterior, no alcanza con contar con espectro para convertirse en operador. En esta ocasión, hay más elementos legales para pensar en un operador estatal, aunque ciertamente el contexto macroeconómico es más desfavorable que en aquel entonces.
Más allá del blindaje que le otorgaría la aprobación del proyecto de ley, existen otros instrumentos que facilitarían el desarrollo de un operador móvil estatal. Estos son tanto la ley Argentina Digital como el pliego de condiciones de la licitación por 4G. Además de la posibilidad de asignar espectro en forma directa, Argentina Digital contempla condiciones particulares de acceso e interconexión con las redes que fueran propiedad del Estado nacional o sociedades con participación mayoritaria (art. 41). Por su parte, el pliego de 4G contiene obligaciones de compartición de infraestructura pasiva (art. 23) lo cual facilitaría notablemente un eventual despliegue de antenas. No obstante, aclara que la compartición de infraestructura no podrá superar al 50% de la red. Aquí vendría bárbaro contar con la red de Nextel… Por otra parte, como aún AFTIC no definió cuál será su política de Servicio Universal, éste podría utilizarse para financiar el operador móvil. Son unos $ 3 mil millones en caja más un flujo de unos $ 100 millones mensuales. No alcanza para mantener operando en condiciones una red, pero siempre es una caja a la que se tiene acceso.
Esta asimetría regulatoria a favor de un operador estatal, que en este caso depende de la AFTIC, vuelve a poner sobre el tapete la conveniencia de que el regulador sea juez y parte. Algo que no se discutió en el momento de su tratamiento legislativo. Ahora no hay derecho al pataleo.
Con el andamiaje legal necesario, quizás el mayor de los desafíos para la continuidad del proyecto Libre.ar II (nombre no oficial pero adoptado para simplificar) es el económico. Es que Arsat demandará dinero, y mucho, para poder desarrollar su red. No sólo por lo que necesitará para desplegar antenas (aun haciendo uso de la obligación de compartición de infraestructura pasiva) sino también a nivel backbone. La Red Federal de Fibra Óptica (REFEFO) tiene unos 30.000 km de extensión, pero apenas 4.000 en servicio (según lo declaró el presidente de Arsat en su conversación con La Nación). Todo esto se traduce en necesidad de fondos.
Con la compleja situación económica que heredará el próximo gobierno, difícilmente figure entre las prioridades desarrollar un operador móvil estatal donde ya hay tres operadores privados. Y si bien los fondos del servicio universal son muchos para cualquier mortal, no lo son para un operador móvil. A razón de $ 100 M por mes equivale al cambio de hoy a US$ 10 M, o unos US$ 120 M anuales. En condiciones medianamente normales (contemplando mantenimiento y actualización tecnológica regular), un operador en funcionamiento invierte alrededor de US$ 500 M en un año. Pero un operador en despliegue debe invertir mucho más, tal como está quedando demostrado con las inversiones de los actuales operadores en materia de 4G. ¿Interesará a la próxima gestión gastar tanto dinero en algo que claramente no es prioritario? Parece difícil.
Si se aprueba la ley exigiendo el voto de 2/3 de los legisladores para vender Arsat o desprenderse de alguno de sus activos (como el espectro) y sin embargo no aparece la financiación para desarrollar la red, las frecuencias asignadas no podrán ser utilizadas por nadie. Ni por Clarín, ni por los operadores actuales, ni por un eventual nuevo 4° operador. Sería la historia del perro del hortelano.
Dicen que las 2° partes nunca son mejores. Quizá no sea este caso la excepción.

Nextel en la mira

El viernes pasado, día en que se publicó la anterior edición de Comentarios, la AFTIC, a través de dos resoluciones, apuntó a la operación Nextel-Cablevisión. A pesar del tiempo pasado, aquí va un breve resumen de lo sucedido.
AFTIC declaró nula la operación por la cual Cablevisión adquirió el 49% de las acciones de Nextel Argentina. Lo hizo interpretando que la opción por el 51% restante, incluida en la transacción, implica la transferencia del control de Nextel. Por lo tanto, requeriría de la aprobación previa del regulador. En consecuencia, AFTIC otorgó a Nextel 30 días para dejar sin efecto la transferencia accionaria. De no hacerlo, podría hacer caducar su licencia de operador de telecomunicaciones.
Por otra parte, AFTIC rehusó extender los plazos para frecuencias vencidas de Nextel que tenían pedido de renovación desde hace años sin novedades (ni positivas ni negativas) hasta el viernes pasado. Si esta medida se hiciera efectiva, afectaría el servicio en algunos corredores y localidades aunque no a  grandes ciudades. No obstante, sería un duro golpe para sus clientes en las zonas afectadas. Esto sólo puede ser entendido como una represalia hacia Nextel por haber pactado con el enemigo.
La operación Cablevisión-Nextel no plantea problemas de fondo, sino de forma. Esto queda demostrado en que no se discute si la operación es conveniente o no para el país y la población, si genera problemas de competencia o concentración de mercado. Se discute si el procedimiento es el correcto o no. Por lo tanto, una discusión que seguramente terminará en los tribunales. Como siempre, los abogados, de fiesta.

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